El procomún en pocas palabras
El siguiente texto proviene del libro de David Bollier Think Like a Commoner. A Short Introduction to the Life of the Commons que Guerrilla Translation —junto a un consorcio de editoriales— traducirá y publicará como “Pensar desde los comunes. Breve introducción”. Más detalles abajo.
El procomún es:
- Un sistema social sostenible de gestión de recursos que ayuda a proteger los valores compartidos por una comunidad y su identidad.
- Un sistema de auto organización a través del cual las comunidades gestionan recursos (tanto renovables como no renovables) con escasa dependencia o total independencia del estado y del mercado.
- La riqueza que hemos heredado o creado juntos y que debería llegar intacta o ampliada a nuestros hijos. Esta riqueza colectiva incluye los dones de la naturaleza, nuestra infraestructura cívica, las obras culturales, las tradiciones y el conocimiento.
- Un sector de la economía (¡y de la vida!) que genera valor de maneras que a menudo damos por descontado y que tanto el mercado como el estado muchas veces ponen en peligro.
El procomún no tiene un plan maestro, porque un procomún aparece cuando una comunidad decide que quiere gestionar un recurso de manera colectiva, poniendo especial atención en la sostenibilidad y en la equidad del uso y el acceso.
El procomún no es un recurso. Es un recurso más una comunidad específica, así como los protocolos, valores y normas ideadas por la propia comunidad para gestionar los recursos que necesiten. Muchos recursos, tales como la atmósfera, los océanos, el genoma y la biodiversidad, necesitan de manera urgente ser gestionados como bienes comunes.
El procomún es más un proceso que un objeto, un proceso que consiste en las prácticas sociales y las normas que ayudan a una comunidad a gestionar un recurso para el beneficio colectivo. Las formas de construir un procomún (commoning) varían porque la humanidad es en sí misma muy diversa. Así que no hay una fórmula estándar para el procomún; únicamente patrones y principios compartidos. El procomún debe ser entendido entonces más como un verbo que como un sustantivo. Un procomún debe estar animado por la participación de abajo a arriba, la responsabilidad personal, la transparencia y la rendición de cuentas auto regulada.
Uno de los grandes problemas menos reconocidos de nuestro tiempo es el cercamiento de los bienes comunes, la expropiación y la comercialización de los recursos compartidos, habitualmente para el beneficio mercantil privado. Los cercamientos pueden verse en las patentes sobre genes y formas de vida, en la extensión de los derechos de autor que inhiben el desarrollo de la creatividad y la cultura, en la privatización del agua y de la tierra, y en los intentos de transformar Internet abierto en un mercado privativo y cerrado, entre otros muchos cercamientos.
Los cercamientos generan desposesión. Privatizan y convierten en mercancía los recursos que pertenecen a una comunidad o a todo el mundo, y desmantelan la cultura del procomún basada en la coproducción y la gobernanza igualitaria e imponen el orden del mercado, sus relaciones y jerarquías de productor-consumidor basadas en el dinero. Los mercados suelen tener un compromiso escaso con lo local, las culturas y las formas de vida de cada lugar; cuestiones indispensables para el procomún.
Los procomunes tradicionales son pequeños y se centran en recursos naturales. Se estima que hay dos mil millones de personas que para su subsistencia diaria dependen de bosques, pesquerías, acuíferos, fauna y otros recursos naturales gestionados de manera comunal. Pero existen otros tipos de bienes comunes en las ciudades, como las universidades, las infraestructuras y las tradiciones sociales. Unas de las formas de procomún más vigorosas son aquellas vinculadas a Internet y a las tecnologías digitales, las cuales permiten crear a las personas (comuneros) un valioso acervo de conocimiento y creatividad compartidos.
El gran reto para los comuneros de nuestro tiempo es encontrar nuevas estructuras legales, formas institucionales y prácticas sociales que permitan operar a gran escala a diversos tipos de procomún, protegerlos de los cercamientos del mercado y asegurar su poder generativo.
Es necesario generar nuevas formas y prácticas del procomún a diferentes niveles: local, regional, nacional y global; y nuevos vínculos y modos de federación entre diferentes escalas del procomún. Los bienes comunes transnacionales requieren de un esfuerzo especial para alinear las formas de gobierno con las realidades ecológicas y servir como impulso para la cooperación más allá de las fronteras políticas. Para revitalizar el procomún e impedir los cercamientos provocados por el mercado, necesitamos innovaciones en los ámbitos del derecho, las políticas públicas, los modos de gobernanza y las prácticas sociales y culturales. Todos estos esfuerzos darán lugar a una visión del mundo muy diferente a la de los sistemas de gobierno establecidos, en los que prevalece el peso del estado y del mercado.
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Piensa global, imprime local
El texto anterior, traducido de la versión original de Think Like a Commoner, también se puede hallar en la propia web de Bollier. Ahí se presenta como enlace destacado para quien sienta curiosidad sobre los comunes y se vea falto de una introducción rápida. La definición del término es un proceso abierto donde podemos identificar patrones e interpretaciones aproximadas, pero no conclusiones. Esta situación se complica aún más con la traducción.
Ya celebramos un evento para discutir cuál era el término más apropiado para traducir el inglés Commons pero, pasado más de un año, seguimos sin dar con una palabra exacta que nos satisfazca. Quizá porque una sola no existe en español para una idea tan compleja, nuestra solución ha sido decantarnos por el pluralismo, utilizando “procomún”, “comunes”, «lo comunal», según el contexto. Por ejemplo, y a grandes rasgos, para describir el proceso o sistema social por el que una comunidad gestiona sus recursos de manera sostenible, con dependencia nula o escasa del Estado y del mercado, utilizamos «procomún» o «lo comunal», y para los recursos mismos, como un bosque, un acuífero o una tradición, que pertenecen a una entidad local y están destinados al aprovechamiento de sus vecinos, usamos «común» o «comunal» como sustantivos o como adjetivos según convenga. El vocablo que designa a una persona (commoner) la traducimos como «comunero/-a», relegando su relación automática con los ciudadanos de las comunidades de Castilla que se levantaron contra el rey de 1520 a 1522, y siguiendo su acepción de «persona que participa en una comunidad de bienes o derechos».
Buen ejemplo de ello es este artículo que lleva “procomún” en el título. Por el contrario, y tras mantener largas discusiones (incluyendo al propio autor), el título final del libro traducido será “Pensar desde los comunes: Breve introducción”.
A principios de febrero comenzaremos una campaña de crowdfund con nuestros amigos de Goteo.org. El objetivo es financiar la traducción completa del texto para liberarla en la red. Asimismo, un consorcio editorial ad hoc, con Traficantes de Sueños (España), SurSiendo (México), La Libre (Perú) y Tinta Limón (Argentina) editará, imprimirá y distribuirá copias físicas de nuestra traducción. Nuestra intención a medio plazo es crear una red de producción distribuida y local que se nutra de un procomún de conocimiento global, en este caso, el libro. Publicaremos más información próximamente. Si no te lo quieres perder, suscríbete a GT! (busca el formulario en la columna de la derecha).
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Producido por Guerrilla Translation bajo una Licencia de Producción de Pares
- Texto traducido por Marcos García, editado por Susa Oñate
- Artículo original publicado en Bollier.org
- Imagen de portada de Pankaj Negi