Ciencia P2P: El desafío del siglo es responder a Fukushima

Resolver la crisis nuclear de Fukushima exigirá considerar de nuevo nuestra manera de abordar la ciencia, los medios de comunicación social y la diplomacia pública.

Hace ya más de dos años y medio que un terremoto, y el posterior tsunami, causaron graves daños en una central nuclear japonesa. El desastre de Fukushima se ha convertido en una de las amenazas más graves para la salud pública en la región Asia-Pacífico, y el peor caso de contaminación nuclear que se haya visto jamás. Hoy día la radiación sigue escapándose de la planta Fukushima Daiichi hacia las aguas subterráneas, amenazando con contaminar todo el océano Pacífico. La limpieza necesitará de un esfuerzo global sin precedentes.

Al principio, los elementos radiactivos vertidos consistían en Cesio-137 y Cesio-134 y, en menor medida, Iodo-131. De estos elementos, el más peligroso a largo plazo es sin duda el Cesio-137, ya que es altamente bioasimilable y tiene una vida media de 30 años, lo que implica que la amenaza persistirá durante varias décadas. En los últimos vertidos el nivel de Estroncio-90, un elemento radiactivo mucho más peligroso, está aumentando. El Estroncio-90 es un análogo funcional del Calcio, por lo que se absorbe y acumula fácilmente en los huesos de humanos y animales.

La Compañía Eléctrica de Tokyo (TEPCO), ha admitido recientemente, que carece de los conocimientos necesarios para controlar de manera efectiva el flujo de radiación hacia las aguas subterráneas y al mar; y ha pedido ayuda al gobierno japonés. TEPCO ha propuesto la creación de una barrera subterránea congelando el suelo de los alrededores de la planta para evitar que el vertido radiactivo siga escapando hacia el mar, un enfoque que jamás se ha intentado en un caso de fuga de radiación masiva. TEPCO también ha propuesto levantar muros adicionales, dado que el muro existente ha sido rebasado por las, aproximadamente, 400 toneladas diarias de agua que fluyen hacia la planta nuclear.

Pero aunque estas propuestas tuvieran éxito, no constituirían una solución a largo plazo.

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Una nueva carrera espacial

Resolver la crisis de Fukushima Daiichi debería plantearse como un desafío similar al de poner a una persona en la Luna en la década de 1960. Un reto tecnológico tan complejo requeriría mucha atención y el gasto de cantidades enormes de recursos durante varias décadas. Pero esta vez, el esfuerzo debe ser internacional, ya que esta crisis pone en riesgo la salud de cientos de millones de personas. La solución definitiva de esta crisis merece tanta atención por parte de gobiernos e industria como la que se presta a las armas nucleares, el terrorismo, la economía o la delincuencia.

Resolver el problema de Fukushima Daiichi precisará reclutar a las mejores y más brillantes mentes que se puedan encontrar para llegar a una estrategia que se lleve a cabo durante el próximo siglo. Gente experta de todo el mundo deberán de aportar su inteligencia e ideas. Deberán provenir de diversas disciplinas como la ingeniería, la biología, la demografía, la agricultura, la filosofía, la historia, el arte, el urbanismo y algunas más. Tendrán que trabajar juntos a distintos niveles para desarrollar un plan amplio sobre cómo reconstruir las comunidades, re-alojar a las personas, controlar la fuga de radiación, eliminar de forma segura el agua y el suelo contaminados, y contener la radiación. También tendrán que encontrar la manera de desarmar completamente el reactor dañado, aunque ese desafío puede necesitar de una tecnología que no estará disponible hasta dentro de unas décadas.

Dicho plan requerirá el desarrollo de tecnologías aún no disponibles, como robots que puedan funcionar en ambientes altamente radiactivos. Este proyecto podría cautivar la imaginación de desarrolladores del mundo de la robótica y dar una aplicación civil a la tecnología militar actual. Mejorar la robótica evitaría escenas trágicas, como la de personas mayores y otros voluntarios adentrándose en los reactores, pese a los evidentes riesgos.

El desastre de Fukushima es una crisis para toda la humanidad, pero es una crisis que puede servir como una oportunidad para construir redes globales de colaboración sin precedentes. Los grupos o equipos asistidos por tecnología informática sofisticada pueden comenzar a dividir en partes manejables los inmensos problemas derivados del vertido. Después, los expertos podrán volver con las mejores recomendaciones y un plan de acción concreto. El esfuerzo puede inspirarse en el trabajo previo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, pero debe ir mucho más allá.

En su libro Reinventing Discovery: The New Era of Networked Science (“Reinventando el descubrimiento: La nueva era de la ciencia en Red), Michael Nielsen describe los principios de la ciencia en Red, que se pueden aplicar a una escala sin precedentes. Los avances que conlleva esta aproximación también se pueden aplicar a otros proyectos a largo plazo, tales como la limpieza del vertido de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon de BP en el Golfo de México o la respuesta global al cambio climático. La investigación colaborativa sobre Fukushima debería llevarse a cabo a escala masiva, mayor que la secuenciación del genoma humano o el mantenimiento del gran colisionador de hadrones (LHC).

Por último, en la respuesta a esta crisis existe una oportunidad de reinventar por completo el campo de la Diplomacia Pública. Ésta puede cambiar, desde el esfuerzo, un tanto débil, de los gobiernos nacionales, que sólo pretende maquillar su discurso, hacia foros serios de discusión y acción de problemáticas internacionales. Tan pronto como la Diplomacia Pública madure a través de la experiencia de Fukushima, podremos idear nuevas estrategias para unir a cientos de miles de personas en todo el mundo para dar respuesta a las amenazas comunes.

Tomando nota de la ciencia en Red, la diplomacia pública podría funcionar como una plataforma para la colaboración internacional honesta y definitiva en temas cruciales como la pobreza, las energías renovables y el control de la contaminación.

Del mismo modo, esta crisis podría servir de impulso para que las redes sociales hagan lo que se supone que deben hacer: ayudar a las personas a combinar sus conocimientos para resolver problemas comunes. Las redes sociales pueden utilizarse no como un medio de intercambio de fotografías de cafés con leche y gatos sobrealimentados, sino más bien como un medio eficaz para evaluar la veracidad de la información, fomentar el intercambio de opiniones entre expertos, llegar a consensos, y permitir que la sociedad civil participe directamente en la toma de decisiones.

Un sistema de revisión entre iguales, a través de las redes sociales, puede desempeñar un papel crucial a la hora de plantear nuevas propuestas frente a la crisis de Fukushima. Como figura destacada del movimiento P2P, Michel Bauwens, apunta en un correo electrónico: «Las redes entre iguales ya están propagando un modelo de conocimiento común y a nivel mundial, incluso en la producción de ordenadores, automóviles y maquinaria pesada.»

Puede que aquí esté la clave para resolver el problema de Fukushima: abrirlo para que pueda resolverlo el mundo entero.

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Ciencia entre iguales

Hacer de Fukushima un proyecto global, que verdaderamente involucre a expertos y a millones o decenas de millones de ciudadanos corrientes, podría devolver un poco de esperanza al mundo después de dos años y medio de mentiras, medias verdades y esfuerzos conjuntos del gobierno japonés y las instituciones internacionales para eludir cualquier responsabilidad. Si los ciudadanos concienciados de todos los países estudiasen a fondo los datos y realizasen sus sugerencias por Internet, podría haber un nuevo nivel de transparencia en el proceso de toma de decisiones y una abundancia de observaciones valiosísimas.

No hay ninguna razón para que la información sobre las emisiones de radiación y el estado de los reactores no esté disponible públicamente y con suficiente detalle como para satisfacer la curiosidad de un ingeniero nuclear. Si la hoja de ruta viene del consenso de los millones de ciudadanos dedicados a tratar de resolver el problema, tendremos una fuerte alternativa al secretismo actual. ¿Cabe la posibilidad de que nuestra cooperación para resolver la crisis de Fukushima marque un antes y un después para superar las barreras que contra la inteligencia colectiva son impuestas por las fronteras nacionales, las patentes de las empresas y las preocupaciones por la propiedad intelectual?

Existe un proyecto para clasificar todas las estrellas del firmamento que ha demostrado que, si las tareas se dividen con rigor, la contribución voluntaria de individuos no acreditados puede jugar un papel fundamental en la solución de problemas técnicos. En el proyecto Galaxy Zoo, cualquier persona que lo desee puede meterse en Internet y clasificar los diferentes tipos de estrellas situadas en galaxias distantes e introducir la información en una base de datos. Todo esto forma parte de un esfuerzo monumental para ampliar nuestro conocimiento del Universo que ha tenido un éxito enorme y ha demostrado que hay partes del análisis científico que no necesitan un doctorado. En el caso de Fukushima, una persona corriente, si examina fotografías de satélite por Internet todos los días, puede ser más experta que un profesor a la hora de identificar flujos inusuales que transporten elementos radiactivos. Hay una enorme cantidad de información sobre Fukushima que necesita ser analizada y ahora la mayor parte de ella queda prácticamente sin analizar.

Para dar una respuesta eficaz a Fukushima se necesita adoptar tanto una perspectiva general como una específica. Al principio será necesario establecer las prioridades de forma cuidadosa y sofisticada. A continuación, se pueden crear grupos de convergencia que podrían responder a las crisis y desafíos con gran eficacia gracias a la computación avanzada y a un trabajo metódico de integración interdisciplinar. Estos grupos de convergencia también pueden funcionar como un puente entre expertos y colaboradores amateur, fomentando una educación continua crucial sobre la ciencia y la sociedad.

Dar respuesta a la crisis de Fukushima consiste tanto en educar a la gente común acerca de la ciencia como en reunir a expertos bien remunerados. Es inútil que los expertos planteen nuevas soluciones si no pueden aplicarlas. Sin embargo, la aplicación sólo puede lograrse si la población en su conjunto tiene una comprensión más profunda de los temas. Los esfuerzos de una ciencia inclusiva en red y a gran escala garantizarán que ningún segmento de la sociedad quede fuera.

Si los actores conocidos (ONG, gobiernos centrales, corporaciones e instituciones financieras) son incapaces de hacer frente al conjunto de crisis sin precedentes que afronta la humanidad, debemos encontrar maneras de crear redes sociales, no sólo para idear conceptos innovadores, sino también para promover y aplicar las soluciones que se deriven de ellos. Ese proceso incluye presionar a las instituciones para que actúen. Necesitamos algo realmente nuevo para orientar la ciencia y la tecnología a satisfacer las necesidades de la sociedad civil. No hay mejor lugar para empezar que Internet y no hay mejor tema que dar una solución definitiva a la catástrofe de Fukushima.

 

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