Cuando hackers y agricultores unen fuerzas

El fundador de la Fundación P2P, Michel Bauwens, nos sugirió que tradujéramos esta pieza corta: una entrevista con Philippe Langlois, en la que habla sobre el mundo de los «hackerspaces» y la aplicación de la mentalidad colaborativa del open-source (código abierto) a la solución de problemas en el medio rural.

Originalmente publicada en Transural Initiatives, una revista colaborativa sobre el mundo rural, y republicada en Bastamag, un medio independiente que se centra principalmente en temas sociales y medioambientales, las realidades que se exploran en esta entrevista son un buen ejemplo de lo que podemos conseguir cuando trabajamos juntos – ¡y lo bien que nos lo podemos pasar en el proceso!

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«Artistas, ingenieros, investigadores, hackers y agricultores nos preguntamos cómo se podían asociar las tecnologías digitales a la naturaleza, al patrimonio, a la agricultura. Nuestros hackerspaces urbanos, su filosofía y sus prácticas, se pueden trasladar perfectamente al medio rural.»

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Sacan de su aislamiento a territorios azotados por la exclusión digital. Desarrollan redes de Internet autónomas en zonas montañosas, instalan paneles solares orgánicos o posibilitan la aparición de emisoras de radio locales por internet. Incluso pueden transformar abrevaderos abandonados en jacuzzis ecológicos. Los «hackerspaces», espacios distendidos de creación y difusión de herramientas tecnológicas en pleno medio rural. Entrevista con Philippe Langlois, uno de los fundadores del primer hackerspace francés.

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¿Podrías definir qué son los hackerspaces?

Philippe Langlois: Un hackerspace es un lugar físico autónomo que reúne a personas alrededor de proyectos relacionados con la tecnología. En los medios de comunicación se habla a menudo de los «perversos piratas informáticos», pero los hackerspaces están lejos de ser algo así: simplemente somos personas que se re-apropian de la tecnología de manera distendida, independiente y creativa. El objetivo es crear por uno mismo herramientas reapropiables y replicables por todo el mundo, difundidas de manera libre y gratuita y que puedan ser modificadas o mejoradas.

Los hackerspaces nacieron en Alemania en los años 1990, pero no se desarrollaron de verdad hasta 2005. Hoy en día existen más de 500 alrededor del mundo y reúnen cerca de 40.000 personas: Gente que provenía de los entornos del open source y el software libre, 1 que ha trasladado su forma de hacer al mundo físico, democratizando esos conocimientos tecnológicos.

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¿Qué proyectos surgen de los hackerspaces? ¿Cómo encajan en el contexto de vuestra relación con la tecnología?

Se han desarrollado proyectos sobre la autonomía energética, la cartografía participativa, el arte digital incluso sobre el reciclaje de plástico a nivel local o la descontaminación. Nuestra relación con la tecnología se centra alrededor de varias ideas. La primera de ellas es la de disfrutar creando, de manera positiva. Después está el hecho de que lo que hacemos no debe beneficiar solamente a un grupo limitado de personas, sino a todo el conjunto de la sociedad. Por último, no buscamos meternos en proyectos demasiado conceptuales: lo nuestro, ante todo, es «hacer». En los hackerspaces encontramos una ética basada en la práctica, el bricolaje, el derecho a equivocarse, el todo sin dogmatismo.

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¿Cómo han llegado los hackerspaces al medio rural?

En primer lugar, porque es difícil mantener un sitio así en la ciudad: es caro y para crear hacen falta espacios grandes a la vez que duraderos. Han tenido lugar eventos puntuales alrededor de hackerspaces (ver más abajo) como en Péone en los Alpes Marítimos en 2010: el objetivo, entre otros, era saber si podíamos crear un espacio 100% autónomo partiendo de cero en plena naturaleza. Varios de estos encuentros rurales efímeros terminaron por dar lugar a la creación de espacios permanentes, los «hackerlands». Hay decenas de ellos en Francia, como el proyecto Vallée à Conques (Cher) o ZAP1 en Allier.

Artistas, ingenieros, investigadores, hackers y agricultores nos preguntamos cómo se podían asociar las tecnologías digitales a la naturaleza, al patrimonio, a la agricultura. Nuestros hackerspaces urbanos, su filosofía y sus prácticas, se pueden trasladar perfectamente al medio rural. Nos dimos cuenta de que mucha gente en el campo ya experimentaba con la tecnología digital o provenía de esa cultura en primer lugar.

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¿Cómo se integran, a nivel local, los hackerlands? ¿Qué pueden aportar a los territorios rurales?

Los pueblos rurales a menudo son víctimas de abusos por parte de las oficinas de consultorías técnicas y las grandes empresas, que tienen intereses financieros. Ciertos hackerlands se presentan como alternativa a esas estructuras, convirtiéndose un poco en asesores locales sin ánimo de lucro. Responden a las necesidades del medio rural, particularmente al “des-aislamiento” digital, creando redes Internet independientes que funcionan en zonas de montaña aisladas, poniendo en marcha servidores democráticos, radios territoriales por internet, etc. Muchos de estos “hackerlands” trabajan en torno a prácticas agrícolas o energéticas. Son espacios abiertos donde se acoge sin prejuicios, de acuerdo con la filosofía del “hacer las cosas juntos”. Algunos crean módulos de autoconstrucción reproducibles, paneles solares orgánicos, invernaderos automatizados. ¡Incluso jacuzzis a partir de abrevaderos abandonados! A veces hay iniciativas más puntuales como proyectos de agroforestería, con la creación de sensores para analizar la actividad fúngica alrededor de los árboles. En resumen, podríamos definir estos lugares como laboratorios de investigación locales y abiertos.

 

 

“A Pado loup”, un hackerspace efímero en medio de las montañas

“Queremos animar a la gente a pasar a la acción, a hacer cosas que les permitan ser más autónomos… El desarrollo y la democratización del saber hacer tecnológico en el contexto rural era el objetivo principal de A Pado Loup”, explica Ursula Gastfall, una de las organizadoras de este festival autogestionado que tuvo lugar por primera vez del 12 al 22 de agosto de 2012 en Breuil (Alpes Marítimos). A más de 1500 metros de altitud, un centenar de personas de procedencias diversas (España, Bretaña, Nord-Pas-de-Calais, Canadá…) se reunieron para constituir este hackerspace rural y efímero, tras la solicitud de propuestas difundida por el hackerspace urbano “/tmp/lab/”, instalado en Vitry-sur-Seine (departamento Val-de-Marne).

En la aldea de Pado, cerca del pueblo de Beuill, los asistentes al festival debatieron e intercambiaron entre representaciones artísticas y talleres de electrónica y ecología experimental, animados por la cultura del “Do it Yourself” (Hazlo tú mismo). En el programa: fabricación de molinos de viento y hornos solares, investigación sobre la fermentación, construcción de impresoras 3D, creación de software libre, a la vez que conciertos, laboratorio de fotografía tradicional e iluminación… Todo esto en pleno corazón de las montañas alpinas.

“Si miramos la etimología de la palabra ‘hacker’, ésta significa ‘cortar madera’”, comenta Ursula Gastfall. “La autonomía se consigue buscando soluciones prácticas que respondan a nuestras necesidades en un contexto específico”. En Pado, no hay ni agua ni electricidad. Los asistentes al festival desarrollaron un sistema de recuperación del agua de la lluvia, que se filtraba antes de ser consumida; colocaron paneles solares conectados a baterías para alimentar los aparatos electrónicos del evento. “Espero que A Pado loup tenga retoños”, anhela Ursula Gastfall, “que haya más gente que se motive a organizar eventos en terrenos distintos, para dejar vía libre a la curiosidad y la inventiva de cada uno”.

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1. El “open source” designa una práctica de elaboración de software en la que el código de base es accesible (pero no necesariamente de forma gratuita) y, por lo tanto, transformable. El movimiento del software libre promueve principios de libre acceso a la información, de mutualización o incluso de gratuidad.

 

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