El principio de autoridad
Scott Noble es el director de varios documentales exitosos y con una importante carga política. Entre ellos destacan títulos como Psywar (Guerra psicológica), Human Resources (Recursos humanos) and Lifting the Veil (Levantando el velo). Su documental sobre Occupy Wall Street, Rise Like Lions, acabó en primer lugar en la lista de los diez mejores documentales sobre Occupy de la página Films for Action. Su última obra, The Power Principle (El principio de autoridad), trata sobre el Imperio americano haciendo hincapié en la Guerra Fría. Le hemos enviado unas preguntas y, a continuación, reproducimos sus respuestas.
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Tu documental Rise Like Lions traza la historia del movimiento Occupy Wall Street. ¿Qué te atrajo de Occupy?
Bueno, creo que debería empezar diciendo que mis opiniones probablemente resulten más “radicales” que las de muchos de vuestros lectores. Occupy está compuesto de gente muy diversa, desde “liberales” y “libertarios” que preferirían una reforma del sistema manteniendo la mayoría de sus instituciones intactas, a “radicales” que quieren transformar por completo las instituciones en sí. Yo soy de los últimos.
Ken Knabb, autor de The Joy of Revolution (El placer de la revolución), ha dicho que Occupy es “el cambio más significativo y radical visto en América desde los años 60”. Ojalá esté en lo cierto. Lo importante es que la gente se está empezando a unir a nivel internacional en búsqueda de una nueva sociedad. Que estos movimientos se sigan agrupando bajo el nombre de “Occupy” en el futuro o no, tampoco tiene tanta importancia. La mecha está prendida.
La respuesta por parte de las “autoridades” ha sido bastante reveladora. Rebecca Solnit de Tom Dispatch ha caracterizado los desalojos de los campamentos de Occupy como “Fuerza casi-letal en su máxima expresión y dirigida hacia gente durmiendo en tiendas, madres con hijos, peatones desarmados, mujeres jóvenes que ya estaban acorraladas, estudiantes sentados que no ofrecían resistencia, poetas, profesores, embarazadas, activistas en sillas de ruedas y octogenarios. Ha sido la mayor campaña continua de brutalidad policial perpetrada en los últimos 40 años, desde Wall Street al Estado de Washington.”
Existe la tentación de ver a la clase dominante como una panda de sádicos. Pero, en lo que a la respuesta histérica ante Occupy se refiere, creo que se han comportado así por puro pánico. Es como la fábula del animal salvaje que te teme más a ti de lo que tú le temes a él. Las élites temen la igualdad, temen la democracia real y temen la justicia. No creo que el cabreo justificado del pueblo se vaya disipar en un futuro próximo. Todos los indicadores apuntan a que, en vez de dirigirnos hacia la “recuperación”, viviremos una serie de eventos catastróficos –sociales, financieros, medioambientales– o incluso una posible Tercera Guerra Mundial. Dar palos puede que funcione a corto plazo, pero no apagará el fuego. Lo único que hacen “los chicos de azul” es dispersar un poco las chispas.
La siguiente pregunta es si este fuego va ser iluminador o meramente destructor. En El espíritu de rebelión, el gran filósofo anarquista Piotr Kropotkin escribió: “La dirección de esta revolución dependerá, no cabe duda, de la suma total de todas las circunstancias que determinen la llegada del cataclismo. Pero se puede predecir con antelación según el vigor de la acción revolucionaria evidenciada en el período preparatorio por los distintos actores progresistas.”
Ahora mismo estamos en ese período preparatorio, aunque pocos se den cuenta. Obama firmó el NDAA 1 en la nochevieja del 2011, cuando todo el mundo estaba borracho. Es una metáfora muy apropiada. Estamos viendo la introducción de nuevas armas “menos letales”, tecnologías de vigilancia, leyes fascistoides, apropiación de recursos y demás; mientras tanto, una pequeña parte de la población intenta establecer un amago de vigor (r)evolucionario.
A mi modo de ver, el objetivo es la participación directa del pueblo en la gestión de nuestras vidas, incluyendo el ámbito laboral. Es decir, democracia real y participativa.
Tenemos, como poco, a un tercio de la población viviendo en la tierra de los sueños. Una de dos: o ignoran por completo la magnitud del problema, o han proyectado su furia sobre chivos expiatorios irrelevantes. Éste último grupo está formado por personas que se postran ante el poder mientras que dirigen su furia hacia todo aquel que ocupa un escalafón “más bajo” en la jerarquía social. El neofascismo está en auge tanto en Europa como en Norteamérica.
También tenemos un porcentaje alto de la población consumido por la desesperación y otros mecanismos de defensa.
Pero también tenemos Occupy y otros movimientos relacionados en otros países. Parece que la clase gobernante transnacional está haciendo un esfuerzo coordinado para implementar una especie de sociedad neofeudal a lo largo del planeta. Incluso en Canadá –el país con los mayores depósitos de recursos naturales del mundo, se están aplicando políticas de “austeridad”. Se trata de una lucha de clases a escala global.
Si esperamos que nuestros “líderes” resuelvan todos estos problemas, estamos condenados. En “Breve historia del progreso” 2, Ronald Wright examina la respuesta de las élites a los colapsos sistemáticos del pasado: la Isla de Pascua, Roma, Sumeria, los Mayas y demás. Cuando estas sociedades empezaron a implosionar, las élites no quisieron admitir sus errores y cambiar de rumbo — aunque no les faltaran oportunidades para hacerlo y, por el contrario, permanecieron inamovibles; acelerando un nivel de consumo extravagante, declarando más guerras, y aumentando la represión de las poblaciones domésticas.
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«Si confiamos en la clase gobernante, lo más probable es que la especie humana quede extinta en un futuro cercano. No creo que esa frase sea una hipérbole. Puedes fijarte en cualquier indicador. Por ejemplo, en estos últimos 60 años un 40% de todo el fitoplancton ha muerto. El fitoplancton es una parte absolutamente esencial de nuestros sistemas de soporte vital planetario. En términos simples, la clase gobernante parasitaria está matando a su huésped –nosotros– junto a prácticamente todas las demás formas de vida que hay en la Tierra.»
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Si confiamos en la clase gobernante, lo más probable es que la especie humana quede extinta en un futuro cercano. No creo que esa frase sea una hipérbole. Puedes fijarte en cualquier indicador. Por ejemplo, en estos últimos 60 años un 40% de todo el fitoplancton ha muerto. El fitoplancton es una parte absolutamente esencial de nuestros sistemas de soporte vital planetario. En términos simples, la clase gobernante parasitaria está matando a su huésped –nosotros– junto a prácticamente todas las demás formas de vida que hay en la Tierra.
Esto no es un sistema de soporte de la vida; es un sistema de soporte de la muerte. Eric Fromm utilizaba el término “necrófilo”: “Atracción apasionada por todo aquello que esté muerto, degenerado, podrido, enfermo… la pasión por transformar aquello que vive en algo muerto… destruir por el hecho de destruir… un interés exclusivo por todo lo puramente mecánico.”
No son unas pocas manzanas podridas en Goldman Sachs. En “La colonia penitenciaria” Franz Kafka compara el sistema de gobierno moderno a una máquina en la que todos, incluyendo los gestores de la colonia, deben sacrificarse.
Nadie sale beneficiado de este sistema, ni siquiera la clase gobernante; están condenando a sus nietos a un destino espeluznante.
Mientras tanto, la gente “normal” se desespera cada vez más. Hubo una época en la que los trabajadores se referían a la mano de obra como una “esclavitud asalariada”, mientras que vender nuestro trabajo a un “jefe” para pasar el día acatando sus órdenes nos parecería un insulto a la dignidad. Ahora nos sentimos agradecidos solo por tener trabajo.
Nos enfrentamos a una tarea sobrecogedora. Pero quizás no sea tan desesperada como aparenta.
En muchos sentidos, la estructura estadounidense del poder –como todas las estructuras jerárquicas– es un tigre de papel. Depende en gran parte en lo que Etienne de la Boetie llamaba “servidumbre voluntaria”.
No quiero exagerar esta observación. En Estados Unidos, específicamente, pronto tendremos a miles de drones patrullando la “patria”; mientras que miles de seres humanos que se comportan como drones trabajan diligentemente para el FBI, la seguridad nacional y agencias similares. El presidente norteamericano actual es poco más que un drone supremo. La biométrica y otras tecnologías de vigilancia se extienden a lo largo del país y, por desgracia, no parece que este imperio vaya a renunciar el poder tal y como hizo la Unión Soviética durante el Glasnost y la Perestroika.
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«En todo caso, jamás debemos olvidar que realmente nos enfrentamos a un porcentaje mínimo de la población. Aun incluyendo a sus esbirros en el aparato de seguridad, sigue siendo menos que un 1%. La Stasi en Alemania Oriental era el aparato de seguridad más temido del mundo; contaban con más de medio millón de informadores; aun así se les derrocó en cuestión de días. En el fondo, los autoritarios son unos cobardes.»
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En todo caso, jamás debemos olvidar que realmente nos enfrentamos a un porcentaje mínimo de la población. Aun incluyendo a sus esbirros en el aparato de seguridad, sigue siendo menos que un 1%. La Stasi en Alemania Oriental era el aparato de seguridad más temido del mundo; contaban con más de medio millón de informadores; aun así se les derrocó en cuestión de días. En el fondo, los autoritarios son unos cobardes.
Si surge, y cuando surja, un grupo lo suficientemente grande de gente que decida que el juego se ha acabado, el juego se habrá acabado.
Puede que sea un baño de sangre, puede que sea un despertar masivo, puede que sea ambas cosas. Pase lo que pase, Occupy tiene el potencial de educar al pueblo antes de que sea demasiado tarde.
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¿Qué opinas sobre las próximas elecciones americanas 3 y qué papel crees que jugará el movimiento Occupy?
No soy estadounidense y no voy a opinar sobre cómo deben votar los estadounidenses. Es cierto que las corporaciones americanas se han adueñado de una tercera parte de Canadá, convirtiendo al país en una colonia de facto del imperio pero, técnicamente, aún somos dos países distintos. Lo que sí diré es que el concepto de “el mal menor” es una estrategia fallida. Peor aún, creer que una persona aupada a una posición de poder –incluso a la presidencia– vaya a ser capaz de afrontar las crisis que nos amenazan es una noción utópica.
La masa continental conocida hoy en día como Estados Unidos no ha disfrutado de una democracia a gran escala desde la Confederación Iroquesa 4. Es más, no hay virtualmente ningún país en el mundo, independientemente de las etiquetas políticas que se utilicen, donde el pueblo realmente ostente el poder, ni por asomo. Suiza es bastante democrática; pero incluso en países como Suiza existen jerarquías institucionales muy asentadas, además de una adherencia notable a los sistemas de mercado.
Dentro de la “democracia representativa” de Estados Unidos y de prácticamente todos los demás países del mundo –especialmente después del surgimiento de la televisión, el voto se ha convertido en poco más que un ejercicio simbólico. Las elecciones son, por encima de todo, pugnas entre distintas empresas de relaciones públicas y especialistas en fraude electoral. Con esto no quiero decir que votar no pueda producir resultados positivos, pero tenemos que ser realistas.
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«En general, el público no entiende muy bien el significado de la palabra “anarquismo”, pero básicamente se trata de una filosofía que aboga por la descentralización y los sistemas de democracia directa. Por ejemplo, en vez de permitir que los políticos tomen todas las decisiones importantes “en nuestro nombre”, una sociedad anarquista contaría con delegados que —en el supuesto de tomar decisiones importantes sin el consentimiento de la mayoría— podrían revocarse y reemplazarse. De hecho, es la manera en la que los humanos nos hemos organizado durante la mayor parte de nuestra existencia en el planeta Tierra.»
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Otra forma de ver las campañas políticas es que suponen un despilfarro tremendo de energía que podría emplearse en otras cosas. Esta es la opinión tradicional de los anarquistas. La anarquista norteamericana Lily Gair Wilkinson escribió: “La llamada a los votos jamás puede ser una llamada a la libertad porque, ¿qué es votar? Votar es registrar consentimiento a someterse al mandato de un tipo de legislador u otro.”
En general, el público no entiende muy bien el significado de la palabra “anarquismo”, pero básicamente se trata de una filosofía que aboga por la descentralización y los sistemas de democracia directa. Por ejemplo, en vez de permitir que los políticos tomen todas las decisiones importantes “en nuestro nombre”, una sociedad anarquista contaría con delegados que —en el supuesto de tomar decisiones importantes sin el consentimiento de la mayoría— podrían revocarse y reemplazarse. De hecho, es la manera en la que los humanos nos hemos organizado durante la mayor parte de nuestra existencia en el planeta Tierra.
Aquí tenemos la descripción de Kahentinetha Horn del proceso de toma de decisiones consensual de los Kanien’kehá:ka:
“Nadie puede imponer su voluntad ni tomar decisiones en nombre de otro, todos tenemos que entender el punto de vista y estar de acuerdo por voluntad propia. El objetivo no es el consenso total, sino la comprensión total… el individuo tiene el deber de involucrarse directamente y de aportar sus ideas a la discusión dentro de su clan. La decisión final será totalmente satisfactoria para algunos, satisfactoria para otros y relativamente satisfactoria para el resto, y reflejará elementos de todos estos grupos. Se trata de un procedimiento lento y cuidadoso que requiere comprensión absoluta por parte de cada individuo y no una decisión tomada por ‘un líder’. La persona que explica la decisión es un portavoz.”
En cuanto a Occupy, no estoy de acuerdo al 100% con el modelo de consenso adoptado por las asambleas de ciertas localidades; hay demasiado riesgo de sabotaje por parte de infiltrados; pero opino que su estructura de democracia directa es la más apropiada.
En cuanto al movimiento Occupy y las elecciones, creo que lo más importante es seguir siendo independiente del partido Republidemócrata 5 o cualquier otro que pretenda cooptar el movimiento. Dejemos que Occupy construya alternativas reales. En mi documental “Lifting the Veil” la historiadora Sharon Smith describe al Partido Demócrata como “el cementerio de los movimientos sociales”. Es algo que hay tener en cuenta.
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«Dentro de la “democracia representativa” de Estados Unidos y de prácticamente todos los demás países del mundo –especialmente después del surgimiento de la televisión, el voto se ha convertido en poco más que un ejercicio simbólico. Las elecciones son, por encima de todo, pugnas entre distintas empresas de relaciones públicas y especialistas en fraude electoral. Con esto no quiero decir que votar no pueda producir resultados positivos, pero tenemos que ser realistas.»
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¿Cómo ves la trayectoria de Occupy y a dónde crees que se dirigirá de cara al futuro?
Creo que esta pregunta merece una respuesta detallada, porque hay una gran variedad de resultados potenciales.
En estos momentos, Occupy está evolucionando de distintas maneras. Esto es muy saludable. Hay ocupaciones de casas desahuciadas, actos de solidaridad con los presos, boicots, la gente está cambiando de bancos a uniones de crédito y demás.
El movimiento ya ha tenido éxito en el sentido que ha afectado al discurso dominante. Toda la idea del 1% en contra del 99% es meme muy poderoso. En mi opinión, lo más importante es que Occupy está construyendo redes de ayuda mutua. EEUU es una sociedad tremendamente atomizada y el primer paso para provocar un cambio real es derribar esos muros diseñados para que las personas permanezcan aisladas entre sí.
Según escribo estas palabras, la insurrección más importante relacionada con Occupy en Norteamérica está ocurriendo en Quebec. Los estudiantes se niegan a aceptar la subida de las matrículas y desafían abiertamente las draconianas leyes de “emergencia” que impulsa el Estado. Lo más impactante de estas asambleas estudiantiles es que insisten en organizarse mediante la democracia directa y rechazan los viejos modelos jerárquicos. Se han inspirado en los estudiantes chilenos, que a su vez se han inspirado en los estudiantes griegos y españoles, que a su vez también han tomado inspiración de los eventos en Egipto y demás. La juventud, en particular, está empezando a darse cuenta de que la democracia “representativa” es una dinámica de organización social anticuada.
Con el paso del tiempo, Occupy y otros movimientos relacionados se volverán más militantes. Estoy bastante seguro de ello. No estoy hablando de una insurrección armada contra el gobierno, aunque es un escenario concebible si la gente llega a un extremo de desesperación; estoy hablando más bien de un nivel más avanzado de conciencia de clase, sacrificio, solidaridad, organización, participación y una voluntad de sobrepasar, circunvalar y superar las instituciones tradicionales.
Es probable que veamos un aumento de la violencia perpetrada por el Estado. La autodefensa, o incluso la autodefensa armada, es otra posibilidad.
El poder utiliza varias técnicas previsibles para aniquilar cualquier movimiento que proponga cambios positivos. Uno es la propaganda. Otro es la fuerza bruta. Otro es la cooptación por parte del establishment. Otra es la contrainteligencia, incluyendo “trucos sucios”. Todos estos están entrelazados y se alimentan mutuamente.
El primer objetivo es dividir y conquistar al movimiento. Ya vemos señales de esto en Occupy y, especialmente, ahora que nos aproximamos a las elecciones. Escribiendo en The American Prospect 6, Sally Kohn sugiere que Occupy no tardará en verse dividido en facciones: los “radicales” y “anarquistas” quedarán marginalizados (aunque los que empezaron el movimiento eran “radicales” y “anarquistas”) mientras que el resto se adaptará a la “corriente principal”. Creo que a Kohn le parece una gran idea. Pero examinémosla más de cerca.
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«La filosofía de Gandhi era anárquica (“El Estado no-violento ideal sería una anarquía ordenada”) y, de hecho, gran parte de su filosofía estaba basada en la no-violencia de dos filósofos anarquistas (Kropotkin y Tolstoy). También dijo que la política era un mal necesario, llamándolo “un pulso con la serpiente”. Puede que ahora, y gracias a las nuevas tecnologías, podamos tomar un camino distinto: en vez de librar un pulso con la serpiente, quizás podamos engañarla. Echar pulsos con serpientes no es la manera más inteligente de conseguir un objetivo.»
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PR Watch 7 publicó un comunicado fascinante firmado por Ron Duchin, antiguo presidente de Mongoven, Biscoe & Duchin (MDB), una agencia de asuntos públicos basada en Washington D.C. especializada en “la gestión de conflictos y la motivación que impulsa a los movimientos activistas”.
Duchin se graduó del US Army War College 8 y fue asistente especial del secretario de defensa. Su nombre aparece listado en la Asociación de Antiguos Oficiales de Inteligencia.
“En 1991 dio un discurso ante la Asociación Nacional de Ganaderos Estadounidenses, describiendo las estrategias empleadas por MBD para dividir y conquistar movimientos activistas. Duchin afirma que los activistas se dividen en cuatro categorías: radicales, oportunistas, idealistas y realistas y que, para derribarlos, se necesita una estrategia en tres pasos.
“Primero, aíslas a los radicales –los que quieren cambiar el sistema y promover la justicia social. Segundo, “cultivas” cuidadosamente a los idealistas: los que son altruistas, no pretenden sacar provecho de su activismo y no son tan extremos en sus métodos y objetivos como los radicales. Esto se logra convenciéndoles poco a poco de que su activismo tiene consecuencias negativas para algunos grupos, para finalmente convertirles en realistas”
“Finalmente, coaccionas a los realistas (los progresistas pragmáticos dispuestos a trabajar dentro del sistema) para llegar a un acuerdo”
Una de las estrategias más utilizadas para aislar a los “radicales” es la provocación.
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«Tanto Gandhi como Martin Luther King estarían horrorizados al comprobar que, hoy en día, mucha gente cree que una ventana de Starbucks goza de más “derechos” que un grupo de manifestantes pacíficos. Es más, ninguno de estos dos señores condenó a los revolucionarios violentos; responsabilizaron a los verdaderos culpables –los arquitectos del sistema.»
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En lo que a violencia se refiere, podemos aprender muchas lecciones del programa de contrainteligencia del FBI para enfrentarse a la “nueva izquierda” en la época de los derechos civiles. Aquí tenemos un ejemplo típico protagonizado por un agente provocador:
“Tommy el viajero”, haciéndose pasar por organizador del SDS 9, ofrecía bombas, armas de fuego y talleres sobre tácticas de guerrilla a los estudiantes de varias universidades neoyorquinas. Dos de los estudiantes a los que había enseñado hacer cócteles molotov quemaron el edificio del ROTC de la facultad y fueron arrestados de inmediato (New York Times, 7 y 19 de junio, 1970).
En su estudio, On an Overlooked Category of Social Movement Participant: the Agent Provocateur and the Informant (“Las categorías ignoradas de los partícipes en movimientos sociales: el agente provocador y el informador”) el sociólogo Gary T. Marx resume el objetivo de estas operaciones: “Reunir evidencias para utilizar en un juicio, promover la paranoia y la discordia interna, y/o dañar la imagen pública de un grupo”.
Dado que estas triquiñuelas son prácticamente imposibles de prevenir, y teniendo en cuenta que pueden fomentar la paranoia y la desmoralización dentro de grupos disidentes (siendo este uno de sus objetivos), hay muchos intelectuales y activistas que pasan este tema por alto. Me parece un error.
Primero, si estudiamos la historia de las operaciones clandestinas, podemos aprender cómo minimizar la amenaza que suponen estos trastornos de la mejor manera posible. He aquí una lección importante: jugar a “pillar al chivato” es un juego peligroso.
En un memorándum de 1970, “…se ordenó a los agentes del FBI a plantar documentos falsos –impreso con material de oficina del FBI– en manos de las Panteras Negras para provocar sospechas de la presencia de informadores policiales dentro del grupo.”. Otra directiva del FBI ordena a los agentes a cuestionar constantemente las motivaciones de los componentes de la nueva izquierda: “Aumentará el nivel de paranoia inherente a estos círculos, y propagará la noción de que hay un agente del FBI escondido detrás de cada buzón”.
En conclusión: es mejor debatir tácticas que estar acusándose mutuamente de ser “agentes”. Los colectivos deberían expulsar a los agitadores reincidentes cuando sea necesario, pero es más importante desalentar el faccionalismo excesivo.
Otro motivo por el que hay que prestar atención a las operaciones clandestinas y ser capaces de discutir sobre ellas: educando al público sobre la existencia de estos “trucos sucios” podemos minimizar su valor propagandístico. Esto es especialmente pertinente en lo que a agentes provocadores se refiere.
El subtítulo de mi documental Psywar es: “El verdadero campo de batalla es la mente”. Es comprensible que el público reaccione con repugnancia ante actos de destrucción de propiedad o de terrorismo insensato –siempre y cuando no provengan de la policía o de soldados, en tales casos nos han adoctrinado a aceptar, o incluso vitorear, la violencia.
En respuesta a la destrucción de la Comuna de París, Karl Marx escribió: “La burguesía… que contempla plácidamente la masacre después de la batalla, se ve sobrecogida y horrorizada ante la profanación de los ladrillos y el hormigón”
No se trata de un problema nuevo, como tampoco lo es el debate sobre la violencia dentro de los movimientos activistas.
En lo que a la brutalidad policial se refiere, uno de los conceptos que tenemos que meter dentro de la cabeza de nuestros amigos y vecinos es que el castigo colectivo por parte del Estado jamás está justificado. Jamás. Si un joven furioso o un provocador arroja un objeto a la policía, eso no le da a la policía el derecho de cargar contra los otros 500 manifestantes que están las inmediaciones. Pero esto sigue ocurriendo. Repetidamente. Me parece increíble que incuso tengamos que hablar sobre ello.
Puede que esta confusión surja de nuestra cultura del “daño colateral”, donde aceptamos que mueran decenas de civiles por cada “militante” eliminado en oriente medio.
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«Sin dejar de lado las atrocidades cometidas por la Unión Soviética, merece la pena recalcar que la cantidad de muertes causadas por el capitalismo es tan sumamente alta que roza lo incalificable. Millones de niños mueren todos los años debido a la violencia sistemática perpetrada por el “libre mercado”. Estas prácticas no son parcela exclusiva del capital norteamericano, evidentemente; son anteriores al capitalismo norteamericano y, de hecho, se implementan en países que tienen niveles aceptables de igualdad y cohesión doméstica. Canadá es buen ejemplo de ello. Las corporaciones mineras canadienses matan a muchísimas más personas que las balas canadienses.»
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Los medios corporativos normalmente describen los abusos policiales perpetrados sobre manifestantes alegando: “Los manifestantes chocaron con la policía”. Otra variante muy arraigada es: “Los manifestantes arrojaron botellas y otros objetos a la policía”, seguido por “…la policía respondió con gas lacrimógeno”.
En un artículo reciente sobre este tema, David Graeber señaló que cualquier intento de atraer a los “medios masivos tradicionales” apelando a un ideal imaginario del “protocolo del buen manifestante” está condenado al fracaso. En cuanto a Occupy, la firme resolución de no emplear la violencia no impidió cargas contra los manifestantes, ni engendró ningún tipo de cobertura positiva en los medios.
Hay activistas que invierten mucho tiempo redactando misivas enfurecidas a la CNN y ABC etc. Yo les sugeriría que invirtieran su tiempo convenciendo a sus amigos y familiares de cancelar sus suscripciones a estos canales. Los medios corporativos son el megáfono del 1%.
Volviendo a mi comentario inicial, creo que la insistencia de Occupy en la no-violencia ha sido y es la mejor opción. En el siguiente escrito, Arundhati Roy cita uno de los muchos motivos por los que las revoluciones pacíficas son preferibles.
“Pero recordad que si la lucha recurre a la violencia perderá su visión, belleza e imaginación. Y más peligroso aún, marginalizará y, eventualmente, victimizará a las mujeres. Y la lucha política que no tiene en su corazón mismo a las mujeres, ni por encima, ni por debajo, ni en su interior, no es una lucha verdadera.”
Dicho todo esto, tampoco deberíamos transformar el concepto de la no-violencia en una especie de religión o reducirlo hasta lo absurdo.
Es alarmante que la defensa propia en contra de la violencia perpetrada por el Estado se denomine cada vez más a menudo como algo “radical” o incluso inmoral.
Algunos liberales vilipendiaron a los manifestantes de Occupy por aparecer en una ocupación con cascos y escudos –todo esto después de que Scott Olsen, un veterano de la Guerra de Irak, recibiera el impacto de un bote de gas lacrimógeno en el cráneo.
Tanto Gandhi como Martin Luther King estarían horrorizados al comprobar que, hoy en día, mucha gente cree que una ventana de Starbucks goza de más “derechos” que un grupo de manifestantes pacíficos. Es más, ninguno de estos dos señores condenó a los revolucionarios violentos; responsabilizaron a los verdaderos culpables –los arquitectos del sistema.
A menudo nos topamos con una opción falsa: o nos levantamos contra el Estado a través de una insurrección armada, o nos ponemos a resolver conflictos a través de los “canales oficiales” mientras que aceptamos la violencia policial con pasividad. Pero contamos con una gran cantidad de tácticas potenciales y entre ellas hay opciones ilegales que siguen siendo tan justificables como eficaces.
Por ejemplo, los pacifistas a menudo destruyen equipo militar. Puede que estén salvando vidas al hacerlo. Las ocupaciones también puede ser ilegales, pero son efectivas. De hecho encontramos referencia a ello en este texto del Programa de Contrainteligencia del FBI:
“Un estudiante, contratado por un comité de investigación del congreso para recopilar información sobre estudiantes radicales, ha revelado cómo estableció una sede local de los Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS) en su universidad para tener controlada a la izquierda y “prevenir” la toma estudiantil de las facultades (Meinhausen 1969)”.
También hay que preguntarse si estos tipos de ocupaciones –ya sean de un edificio gubernamental, una casa desahuciada o una fábrica– deberían defenderse con la fuerza. Esto no es un ejercicio intelectual, sino algo que ha ocurrido en repetidas ocasiones a lo largo de la historia norteamericana. Creo que, en términos morales, estas medidas defensivas están totalmente justificadas.
Un “radical” de la talla de Thomas Jefferson escribió: “En cualquier nación, allá donde encontremos tierra sin cultivar y pobres sin empleo, es evidente que las leyes de propiedad se han extendido hasta el punto en el que violan el derecho natural”. Decir que algo esté justificado moralmente no es lo mismo que decir que sea un curso de acción ideal. Estamos intentando crear una sociedad menos violenta, no morir por ser fieles a un principio.
La filosofía de Gandhi era anárquica (“El Estado no-violento ideal sería una anarquía ordenada”) y, de hecho, gran parte de su filosofía estaba basada en la no-violencia de dos filósofos anarquistas (Kropotkin y Tolstoy). También dijo que la política era un mal necesario, llamándolo “un pulso con la serpiente”.
Puede que ahora, y gracias a las nuevas tecnologías, podamos tomar un camino distinto: en vez de librar un pulso con la serpiente, quizás podamos engañarla. Echar pulsos con serpientes no es la manera más inteligente de conseguir un objetivo.
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«La Realpolitik a la Henry Kissinger normalmente se percibe como una visión del mundo “fría y racional”. De hecho, es tan irracional que roza el delirio. La raza humana no ha sobrevivido gracias a la competición entre especies; por contrario, aquellos valores que a menudo se denominan como “suaves” o “inocentes” por parte de estos supuestos “realistas” –cooperación, ayuda mutua, igualdad– son los mecanismos esenciales que nos permiten sobrevivir como especie.»
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Dentro del pensamiento anarquista libertario encontramos la tradición mutualista. No se trata de capturar el Estado sino de reemplazarlo –construir la nueva sociedad sobre el esqueleto de la antigua. Gar Alperovitz, escribiendo sobre las cooperativas de trabajadores en la revista YES!, ha descrito este proceso como “una reconstrucción evolucionaria”.
R. Buckminster Fuller dijo: “Jamás cambiarás nada luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que haga que antiguo se vuelva obsoleto.”
Si nos coordinamos a nivel internacional, puede que venzamos a los amos tan solo por el poder de nuestro número En realidad, esa es nuestra mayor ventaja, aparte de la legitimidad de nuestra causa. De ahí viene el eslogan del 99%.
Si queremos que la (R)evolución tenga éxito, tiene que ser global. Me sorprendió el hecho de que el departamento de policía de Nueva York se tomara la molestia de hacer una redada en el estudio de Globalrevolution TV en pleno auge de Occupy. Se trataba de un canal que emitía imágenes, no sólo de los eventos de Nueva York, sino de levantamientos similares a lo largo del planeta y los enlazaba entre sí de manera explícita. Las autoridades alegaron que la página de GRTV “albergaba materiales inminentemente peligrosos para la vida”, una justificación irrisoria. Creo que el término “revolución global” siembra el terror en los corazones de los plutócratas de todo el mundo. Están acostumbrados a vivir en un mundo transnacional, mientras que nosotros, el pueblo, seguimos atrapados dentro de sus fronteras.
Las nuevas tecnologías posibilitan un nivel de comunicación y coordinación internacional sin precedentes. Llegado el momento, si es que llega, en el que todos estemos unidos y a una escala suficiente, empezaremos a ser muchísimo más eficaces. Este es el motivo por el que, de todas las propuestas que han salido de Occupy, mi preferida es la idea de promover delegados electos que representen a cada ciudad y municipio a lo largo de la nación; actividades que después se pueden coordinar a nivel nacional y, eventualmente, internacional.
Puede que la revolución digital nos permita crear la primera internacional verdadera de la historia.
También me parece importante recalcar que, si el movimiento permanece descentralizado y sigue practicando la democracia directa, cualquier incremento en nuestro número no tiene por qué automáticamente resultar en estructuras de poder jerárquicas.
Puede que la emergencia de cooperativas de trabajo independientes y organizadas en torno a principios de igualdad sea el factor clave para determinar nuestro éxito. La mayoría de la gente no se une a un movimiento porque sea la opción más correcta; y mucho menos si cree que el único “beneficio” que va a obtener a cambio es una paliza de la policía. Pero si ofreces una alternativa verdadera, donde las personas reciben un trato digno de seres humanos, como iguales, donde pueden ser parte del cambio y no se les obliga a trabajar sin parar sólo para subsistir, se unirán.
Me ha sorprendido aprender que hay más de mil millones de personas trabajando en cooperativas a lo largo del planeta. Es cierto que no todas estas cooperativas son iguales; existen varios grados de adherencia a las jerarquías del capitalismo y del estatismo; pero la propia naturaleza del modelo cooperativo favorece la sostenibilidad, la igualdad y la libertad del individuo.
Estas unidades descentralizadas tienen un potencial inimaginable. Quizás ha llegado la hora de retomar el espíritu de los Wobblies 10 y su idea de “un gran sindicato”.
Una organización de estas características no tiene por qué demandar la conformidad inamovible de sus miembros. Cada grupo debería ser libre de adoptar ciertas medidas y rechazar otras. Lo que funciona en un lugar puede que no funcione en otro. De nuevo, creo que los anarquistas ya están muy avanzados en este sentido. Como escribió George Barrett, la economía anarquista “empieza desde abajo, no desde arriba. Igual que un organismo, esta sociedad libre crece y se genera de la unidad más básica hasta llegar a una estructura compleja.”
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«Es esencial comprender que la clase gobernante no tiene el mismo afecto por las fronteras que la gente de a pie de calle. La cultivación obsesiva del nacionalismo de masas es una estratagema para dividir y conquistar. Mientras tanto, las élites expresan su solidaridad mediante su clase. Son transnacionales. Y nosotros también tenemos que serlo.»
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O, como argumentaba Tom Brown, el “modo de organización sindicalista es de lo más elástico, ahí yace su fuerza primaria, y las confederaciones regionales se pueden formar, modificar, añadir o verse reformadas según las condiciones locales y las circunstancias cambiantes.” [Syndicalism, p. 58]
El matemático cibernético John B. McEwan, escribiendo sobre la influencia del anarquismo en la cibernética, alega: “Los socialistas libertarios seguidores del anarquismo no individualista, especialmente Kropotkin y Landauer, mostraron un entendimiento adelantado de las redes complejas de relaciones cambiantes, involucrando muchas estructuras de actividad correlacionada y ayuda mutua independientes de la coacción autoritaria. Sobre este trasfondo desarrollaron sus teorías de organización social…”.
“Estos vínculos autogobernados serán lo suficientemente flexibles como para ajustar sus diferencias, corregir y aprender de sus errores, experimentar con nuevas vertientes de vida en sociedad más creativas y, de esta manera, lograr una auténtica armonía en un plano humanista más elevado. Puede que aquellos errores y conflictos que se restrinjan a la jurisdicción limitada de grupos con propósitos concretos tengan repercusiones negativas limitadas. Pero los errores de cálculo y las decisiones criminales perpetradas por el Estado y otras organizaciones autocráticamente centralizadas pueden afectar a naciones enteras, e incluso a la totalidad del planeta.”
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John Stauber, 11 del Center for Media and Democracy, te ha descrito como un “pionero de los nuevos medios audiovisuales”. ¿Cómo crees que Internet ha cambiado el género documental?
Internet ha revolucionado el género documental.
Tradicionalmente, los documentalistas tenían que seguir un camino muy tortuoso para mostrar su obra. A menos que disfrutaran de medios propios, tenían que conseguir financiación de fuentes secundarias y eso, a menudo, suponía comprometer su visión; dependían de la crítica burguesa, de los festivales de cine y de las productoras; y acceder al material de archivo era un proceso difícil y laborioso. Internet ha resuelto todos estos problemas.
Aunque claro, el nuevo género documental sólo es una pequeña parte de la gran revolución de Internet.
Recuerdo ver un programa en A&E sobre “las personas más influyentes de la historia” o algo así. Johann Gutenberg, el inventor de la imprenta mecánica con caracteres móviles, encabezaba la lista. El programa decía que la imprenta había sido la fuerza más democratizadora de la historia moderna. Se puede argumentar que, algún día, Internet se valorará de forma similar. Si es que sobrevive.
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Tu último documental explora la Guerra Fría. ¿Cómo ha sido tu aproximación a este tema?
El último documental se llama The Power Principle — ‘Corporate empire and the rise of the national security state’. (El principio de autoridad —El imperio corporativo y el auge del estado de seguridad nacional). El título está inspirado en una cita del filósofo anarquista Mikhail Bakunin– “Si la historia tiene un diablo, es el principio de autoridad”. A grandes rasgos, se trata de la historia del imperio americano, con un énfasis especial en el periodo de la Guerra Fría.
Hay muy pocos documentales que traten sobre la Guerra Fría de forma honesta. La serie de 20 horas de la CNN dedica la mayor parte de su metraje a las intrigas políticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Cuando habla de atrocidades, se centra en la represión soviética en Europa del Este. Sólo hay un episodio en el que se habla de las atrocidades perpetradas en Latinoamérica.
Mi primer objetivo era hilvanar varias perspectivas históricas “alternativas” sobre el imperio americano. A continuación, empecé a analizar cuestiones que, a mí modo de ver, habían sido o bien ignoradas o minimizadas.
Para dar énfasis, querría enumerar algunas de mis conclusiones:
1: La Guerra Fría no fue sólo una lucha entre la Unión Soviética y los Estados Unidos; el auténtico conflicto se libró entre las corporaciones norteamericanas y el tercer mundo.
2: Los planificadores políticos estadounidenses de alto nivel, junto con los de otras naciones occidentales, eran perfectamente conscientes de que la Unión Soviética tenía una política exterior muy conservadora. Es algo patente en varios documentos desclasificados. Aun así, el gobierno norteamericano se involucró en lo que sólo puede ser descrito como una campaña terrorista en contra del pueblo americano, repleta de invocaciones constantes a la “amenaza soviética” para justificar el gasto militar y la guerra.
3: Estados Unidos no goza de una prensa libre. No utilizo el término “prensa libre” en el sentido legal, es decir, “libre de la opresión del estado” (aunque esto ocurre ocasionalmente en Estados Unidos), sino en el sentido descrito por Orwell. En el prefacio de Rebelión en la granja”, escribió– “El hecho más lamentable en relación con la censura literaria en nuestro país ha sido principalmente de carácter voluntario… Pues bien, estas mismas noticias son eludidas por la prensa británica, no porque el gobierno las prohíba, sino porque existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que ‘no deben’ mencionarse.”.
Peter Phillips de Project Censored 12 argumenta que la mayor diferencia entre los medios corporativos estadounidenses y los medios estatales de la Unión Soviética es que, en lo que a los segundos se refiere, el público era plenamente consciente de la función propagandística de estos. Muchísimos americanos siguen presos del delirio de que la programación de la CNN o la ABC o la PBS o incluso de la Fox guarda algún tipo de relación con el periodismo de verdad.
Hubo una época en la que Estados Unidos tuvo una prensa obrera muy dinámica e influyente. Durante la Guerra Fría, la histeria anticomunista y la represión gubernamental marginalizó a las voces disidentes de manera exagerada, allanando el camino para la contrarrevolución neoliberal. Después de la destrucción de la “nueva izquierda”, los “medios alternativos” se convirtieron en algo similar al samizdat Soviético; excepto que, en lugar de prohibir por completo este tipo de medios, se les enterró bajo una montaña de mierda. Es decir, las ondas estaban saturadas de “entretenimiento” insípido, deshumanizador y embrutecedor.
En el documental también hablo de la Operación Mockingbird. Era una operación encubierta de la CIA para comprar influencia en los medios masivos y ahora se ha convertido en un término generalizado para describir la infiltración mediática por parte de agencias de inteligencia. Lo más interesante de Mockingbird es que se lo tomaran como algo necesario. De hecho, el término “infiltración” no es verdaderamente preciso. Lo que vemos tras la Segunda Guerra Mundial es un clan, o una red, de expertos en operaciones psicológicas, espías y barones mediáticos; en resumen, una gran familia feliz.
4: El pentágono es un mecanismo keynesiano. Una de sus funciones menos conocidas –aunque es crucial– es la transferencia de fondos públicos a industrias privadas en nombre del “presupuesto de defensa”. Es incomparablemente irónico, especialmente al tener en cuenta la justificación ideológica de la Guerra Fría. América atacó continuamente (y sigue atacando) a toda nación que rechazara la ortodoxia del libre mercado, pero el propio Pentágono es un ejemplo distorsionado de intervencionismo keynesiano.
5: El gobierno norteamericano cometió genocidio durante la Guerra Fría. El término “genocidio” tiene una historia interesante. En 1946 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución retroactiva, definiendo “actos de genocidio” como “la destrucción, completa o parcial, de grupos raciales, religiosos, políticos y demás.” Por motivos evidentes, Stalin protestó ante la inclusión de la palabra “política” y se quedó fuera.
Aun así, incluso si adoptamos la definición estandarizada, el gobierno de los Estados Unidos fue responsable de genocidio durante esta época. Amnistía Internacional, por ejemplo, describió las matanzas masivas en Timor del Este y Guatemala, como genocidio. Cierto es que estamos hablando de genocidio por mediación de terceros, pero no habría ocurrido de no ser por el armamento, el entrenamiento y el apoyo facilitado por el gobierno estadounidense.
La cifra exacta de personas asesinadas por Estados Unidos y/o sus “delegados” durante la Guerra Fría sigue siendo motivo de controversia. John Stockwell, un antiguo oficial de la CIA, da una estimación conservadora de unos 6 millones de individuos, sobre todo campesinos sin tierras. La mayoría de estas bajas provienen del holocausto en el sudeste asiático.
A menudo escuchamos el contrargumento de que la Unión Soviética fue responsable de más muertes, pero eso no es particularmente relevante. Nadie está intentando rescatar al estalinismo del cubo de basura de la historia. En concreto, sólo una pequeña fracción de aquellos gobiernos que entraron en el punto de mira estadounidense durante la Guerra Fría podrían verdaderamente describirse como “estalinistas”, “maoístas” o incluso “socialistas”. Sería más correcto describirlos como regímenes “progresistas”, “moderados” o, sencillamente, “nacionalistas”.
Sin dejar de lado las atrocidades cometidas por la Unión Soviética, merece la pena recalcar que la cantidad de muertes causadas por el capitalismo es tan sumamente alta que roza lo incalificable. Millones de niños mueren todos los años debido a la violencia sistemática perpetrada por el “libre mercado”. Estas prácticas no son parcela exclusiva del capital norteamericano, evidentemente; son anteriores al capitalismo norteamericano y, de hecho, se implementan en países que tienen niveles aceptables de igualdad y cohesión doméstica. Canadá es buen ejemplo de ello. Las corporaciones mineras canadienses matan a muchísimas más personas que las balas canadienses.
6: El imperio se asemeja mucho a la mafia. Igual que nos parece ridículo que la policía norteamericana disuelva las pequeñas acampadas de Occupy con tácticas del SWAT, resulta extraño que Estados Unidos se moleste en atacar países como Chile o Granada. En el caso de Chile, un informe del Departamento de Estado recalcó que Estados Unidos no tenía “intereses nacionales vitales” en esa nación. Aun así, se determinó que el derrocamiento de Salvador Allende era un asunto de importancia vital.
Hablemos de Granada. El documental muestra un clip de Ronald Reagan en el que dice, literalmente, “esto no es sólo por la nuez moscada… es por la seguridad nacional”. Reagan puede que se tragara todo esto, pero la gente del Pentágono y de la Corporación Rand sabía que no era así.
Entonces, ¿para qué se molestan?. La respuesta es el peligro de un buen ejemplo. En el documental Noam Chomsky lo llama “la doctrina de la mafia”.
Si un tendero no puede pagar el dinero de la protección, al mafioso el dinero le puede dar lo mismo, pero no le da igual que sirva de ejemplo. Sus acciones pueden inspirar a otros tenderos a dejar de pagar al “don”.
De la misma manera, permitir el auge de un experimento democrático viable –ya sea en un campamento de Occupy en Nueva York o en un país minúsculo como Granada– puede suponer un antecedente positivo (aunque para ellos sea negativo) para colectivos más grandes.
7: Los intereses corporativos están inextricablemente entrelazados con la política militar. Esto es bastante evidente. Lo más notable es que muchos de los autodenominados “progres” tienen una habilidad sorprendente para separar –dentro de sus mentes– la relación existente entre las agresiones militares y la explotación económica.
Uno de los ejemplos más notables sería la reciente campaña de “Haz que pobreza pase a la historia” capitaneada por Bono y Bob Geldof. Fue un espectáculo mediático celebrado por todo lo alto que contó con la presencia de gente como Madonna y Bill Gates.
En el programa de David Letterman, Bono dijo que “El presidente Bush, a quien todos conocéis y con quien tendréis vuestras diferencias a varios niveles, ha sido parte integral de esto y tenemos que reconocérselo” Esta entrevista se emitió en pleno baño de sangre iraquí (el cual, como saben vuestros lectores, continúa hoy en día).
Antes del concierto, retransmitido a nivel mundial, “Bob Geldof mandó una orden por correo electrónico a todos y cada uno de los artistas de Live 8, prohibiéndoles mencionar la guerra de Irak o decir cualquier cosa que ‘avergonzase’ a Tony Blair”.
Estamos hablando de una desconexión absoluta. Los famosos aparecen en televisión a menudo, incitando a los telespectadores a donar dinero a países del “tercer mundo”, especialmente después de un desastre natural. Por muy buenas que sean sus intenciones, estos ejercicios autocomplacientes sólo sirven para ofuscar los verdaderos motivos por los que estas personas siguen sumidas en la pobreza.
La pobreza del “tercer mundo” no es una especie de “condición natural”; es consecuencia de siglos de explotación colonial y corporativa ejecutada mediante la violencia. En el documental utilizo Haití como el mejor ejemplo de este legado de horror. Lo último que necesitan los haitianos es más “ayuda” o más “rescates” por parte de los norteamericanos, los franceses o los españoles. Lo que necesitan son desagravios y que les dejen en paz de una vez por todas.
8: El imperialismo norteamericano no es un fenómeno reciente. Mucha gente cree que el imperialismo norteamericano no comenzó de verdad hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Sería más exacto decir que el imperio americano no se extendió a nivel global hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Podemos ver ejemplos distintos para justificar el imperialismo norteamericano a lo largo de la historia de los Estados Unidos: “civilizar a los salvajes”, “el destino manifiesto”, “hacer del mundo un lugar más seguro para la democracia”, “vencer la amenaza comunista”, “erradicar el mal de las drogas”, “hacer frente al terrorismo” y demás… Pero la naturaleza fundamental de la política exterior estadounidense es muy consistente; los cambios generalmente se derivan de alteraciones en la configuración del poder. Esto es aplicable a todos los estados-nación. Como escribió Bakunin, “la debilidad es la mayor virtud de los estados pequeños”.
En el documental, Nafeez Ahmed habla de la “Gran estrategia” de 1945, “(….) ideada por los estrategas políticos del Departamento de Estado norteamericano en conjunción con los expertos del Consejo de Relaciones Extranjeras en Washington D.C.”. Este es el momento en el que la antorcha imperial pasa de manos británicas a manos estadounidenses.
La “Gran estrategia” garantizó que la política estadounidense consistiría en “limitar cualquier ejercicio de soberanía por parte de países extranjeros que supongan una amenaza” a esta zona del planeta. Pero esta política sólo podría adoptarse bajo una “política integrada para lograr la supremacía militar y económica de Estados Unidos”.
Por eso, tuvieron que llevar el concepto de “intereses de seguridad” mucho más allá de los conceptos tradicionales de integridad territorial e incorporar la dominación de estas regiones “estratégicamente necesarias para el control mundial”.
9. Las élites no sólo engañan al público, también se engañan a sí mismas. En el documental, Christopher Simpson (autor de “The Science of Coercion”) dice que la propaganda puede tener un efecto “inverso”. Es decir, los legisladores pueden empezar a creer en su propia propaganda.
Es imposible medir hasta qué punto los legisladores políticos son sencillamente cínicos o si creen poder justificar sus acciones mediante una serie de principios imaginarios. Sospecho que se trata de ambas cosas.
Independientemente de que estas personas crean defender ideales nobles o no, la realidad es que sus acciones no son más sofisticadas que las de un chimpancé grande golpeando a un chimpancé pequeño en la cabeza con un palo.
La Realpolitik a la Henry Kissinger normalmente se percibe como una visión del mundo “fría y racional”. De hecho, es tan irracional que roza el delirio. La raza humana no ha sobrevivido gracias a la competición entre especies; por contrario, aquellos valores que a menudo se denominan como “suaves” o “inocentes” por parte de estos supuestos “realistas” –cooperación, ayuda mutua, igualdad– son los mecanismos esenciales que nos permiten sobrevivir como especie.
10. Estados Unidos no es una excepción. Se comporta prácticamente de la misma manera que otros imperios a lo largo de la historia. No me cabe duda de que ciertos reaccionarios dirán que mi documental es “antiamericano”, pero la mera noción del “antiamericanismo” es totalmente absurda. Arundhati Roy resumió la estupidez del término cuando dijo: “¿eso significa que soy anti-Gran Cañón?”.
El “anti-americanismo” es un concepto totalitario; supone equipar al ciudadano medio con las operaciones del estado, en esencia fusionando ambas cosas, a pesar de que sólo hay un grupo (el 1%) que toma todas las decisiones importantes en nombre del resto (el 99%).
La premisa del anti-americanismo no surgió realmente hasta la Primera Guerra Mundial, cuando George Creel, el cabecilla de la incipiente industria propagandística, se propuso eliminar “las distinciones de clase” para crear lo que él llamaba “un instinto masivo ardiente”. Los “buenos americanos” marcharon a la guerra y dejaron de unirse a los sindicatos. Los “malos” americanos acabaron en la cárcel o deportados. Todo esto aparece mi documental Psywar.
El desmantelamiento del Imperio Americano no nos va a librar de las guerras. La única manera de detener, o como poco mitigar, estos conflictos cada vez más suicidas es ampliar el poder de toma de decisión de la gran mayoría del pueblo.
11. Las élites occidentales apoyaron al fascismo antes de, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. The Power Principle probablemente es el primer documental que examina detenidamente la historia oculta del fascismo y el mito de la Segunda Guerra Mundial como la “guerra buena”.
El fascismo normalmente queda retratado como un brote irracional de histeria masiva primordialmente causado por “grandes figuras” como Hitler o Mussolini. Adam Curtis perpetúa esta falacia en su documental El siglo del individualismo.
Por contrario, el fascismo fue (y sigue siendo) totalmente racional. Recibió todo el apoyo de las élites occidentales, desde Rockefeller hasta el propio Winston Churchill, y, aparentemente, sólo se le opuso cuando los fascistas empezaron a amenazar los intereses comerciales angloamericanos.
En el documental cito tres ejemplos –España, Grecia e Italia– para demostrar que los gobiernos norteamericanos y británicos brindaron todo su apoyo al fascismo antes de, durante y después de la guerra. También examino el papel que jugaron los bancos y las corporaciones americanas a la hora de financiar el movimiento fascista.
El mito de “la buena guerra” ha sido uno de los mecanismos de propaganda más devastadores de la modernidad. En vez de contemplar el conflicto como una tragedia monumental pero totalmente evitable y consecuencia de las acciones de la clase gobernante mundial, se nos vende como una victoria heroica en la que América “salvó al mundo”. Es una percepción constantemente reforzada por Hollywood.
Es esencial comprender que la clase gobernante no tiene el mismo afecto por las fronteras que la gente de a pie de calle. La cultivación obsesiva del nacionalismo de masas es una estratagema para dividir y conquistar. Mientras tanto, las élites expresan su solidaridad mediante su clase. Son transnacionales. Y nosotros también tenemos que serlo.
12. Un escenario de Tercera Guerra Mundial es prácticamente inevitable, a menos que el pueblo norteamericano despierte – y rápidamente. Las tres mayores “situaciones de alto riesgo” (conocidas) que casi provocaron un intercambio nuclear ni siquiera fueron reveladas al público hasta después de la caída de la Unión Soviética. Las examino en mi documental.
La primera ocurrió durante la Crisis de los Misiles en Cuba. En pleno conflicto, un grupo de destructores de la marina estadounidense comenzó a lanzar cargas de profundidad hacia un submarino estacionado cerca de Cuba. Fue una decisión totalmente desquiciada, se cree que el objetivo era forzar al submarino a salir a la superficie. Los comandantes soviéticos creían que había comenzado la Tercera Guerra Mundial.
El protocolo militar soviético dictaba que los comandantes tenían permiso previo para lanzar misiles siempre que tres de los que estuvieran presentes llegaran a un consenso; dos dijeron que sí, uno dijo que no. Entonces “los tres comandantes se pelearon entre sí, y solo Vasili Arkhipov se opuso al lanzamiento.” A Arkhipov se le conoce como “el hombre que salvó al planeta”.
La segunda instancia más grave ocurrió en 1983. Un error informático en un centro de aviso nuclear cercano a Moscú indicó erróneamente que Estados Unidos había lanzado un ataque nuclear. El indicador de probabilidad estaba en el nivel uno, el más alto de todos.
La persona que estaba de guardia, Stanislav Petrov, no tenía autoridad para lanzar un contrataque. Pero, de haber comunicado esa información a sus superiores, los líderes soviéticos sólo habrían tenido varios minutos para decidir si lanzar un contraataque o no. Petrov rompió el protocolo militar y se quedó a la espera.
La tercera instancia más grave tuvo lugar ese mismo año, cuando la OTAN comenzó un ejercicio de guerra: un simulacro de un ataque nuclear masivo conocido como “Operación Able Archer” (Arquero capaz).
Cuando Hitler invadió Rusia durante la Segunda Guerra Mundial, lo hizo bajo la guisa de un juego de guerra. Las facciones más veteranas e intransigentes del Kremlin creían que la historia estaba a punto de repetirse.
En preparación para el ejercicio, los soviéticos movilizaron en secreto todos los componentes clave de sus fuerzas militares, incluyendo los submarinos nucleares. Un error por parte de cualquiera de las dos facciones hubiera provocado un holocausto.
Hay otros ejemplos, aunque ninguno es tan escalofriante. Un informe de la Nuclear Age Peace Foundation enumera más de 20 “situaciones de riesgo” durante el trascurso de la Guerra Fría. Lo más probable es que la mayoría habrían evitado gracias los mecanismos de prevención, pero no lo podemos saber con certeza.
En estos momentos estamos al borde de un incidente, o una serie de incidentes, muy similar: un asalto potencial en contra de Irán. En el epílogo de The Power Principle reproduzco varias citas de oficiales rusos y chinos indicando que Irán podría convertirse en su “línea en la arena”. No hay evidencia tangible de que Irán esté construyendo armas nucleares –aunque sería comprensible, dado su proximidad a Israel. Puede que la cúpula israelí esté incluso más desequilibrada y sea más peligrosa que la estadounidense.
Según la Carta de Nuremberg, las guerras de agresión no provocadas constituyen el peor de todos los crímenes posibles dentro de la legislación internacional. Pero estas guerras se han convertido en algo rutinario para el mayor superpoder del mundo. Como decía Martin Luther King, “esta locura ha de acabar”.
Cualquier militar que reciba la orden de atacar Irán –desde el “soldado raso” hasta los “altos cargos”– está obligado por ley, no solo a rechazar la orden, sino a detener a la parte o partes culpables hasta que se les pueda llevar ante la justicia. Y habrá justicia, de alguna manera u otra.
Más allá de la propia ley –y vuestros lectores son plenamente conscientes de esto– los soldados tienen que seguir los dictámenes de su conciencia. Una guerra contra Irán podría fácilmente provocar una reacción en cadena que acabaría en un conflicto nuclear. Francamente, los hombres que gobiernan el mundo son unos lunáticos. Deberían encerrarles de inmediato en un psiquiátrico, tanto por su propia seguridad como para la del resto.
Por eso le tengo tanto respeto a los hombres y mujeres de Soldiers for the Cause. Hacen lo que debería estar haciendo cada veterano, u oficial militar en activo: intentar defender a la ciudadanía estadounidense. El 99% del personal militar estadounidense en activo hace justo lo contrario –pone en riesgo al pueblo americano mediante asesinatos para aumentar márgenes corporativos y eso solo sirve para incitar a la venganza.
Mientras tanto, se comenten abusos brutales en contra de ciudadanos normales tan solo por ejercer el “derecho” a libre expresión y reunión. De nuevo, este fenómeno no se limita a Estados Unidos. Si los soldados se tomasen sus juramentos en serio dejarían de buscar enemigos potenciales en países como Afganistán o Irak o Irán. El enemigo está dentro.
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¿Crees que tus documentales están teniendo un efecto positivo?
Sí… pero no es que vayan a cambiar el rumbo de la historia. Soy un compañero más.
Notas del equipo de traducción
1. [NDDA: National Defense Authorization Act o “Ley de Autorización para la Defensa Nacional”. Permite, entre otras cosas, la detención indefinida de cualquier “disidente” sin necesidad de juicio. Más detalles aquí.]↩
2. [“Breve historia del progreso. ¿Hemos aprendido por fin las lecciones del pasado?]↩
3. [La entrevista original data del Mayo del 2012, varios meses antes de las elecciones generales Estadounidenses.]↩
4. [La Confederación Iroquesa fue una liga de tribus indígenas del noreste de Estados Unidos y el sureste de Canadá creada a mediados del siglo XII. Más detalles aquí ]↩
5. [“Republocat” en el original. Juego de palabras entre el partido Demócrata (Democrat) y el Republicano (Republican). El equivalente al “PPSOE” español.]↩
6. [The American Prospect es una revista bimensual liberal sobre política y cultura. Recordemos que “liberal” no significa lo mismo en el contexto político Estadounidense que en Europa. Esta es su web.]↩
7. [PR Watch es una organización no gubernamental sin ánimo de lucro dedicada al periodismo de investigación sobre la industria de relaciones públicas. Esta es su web.]↩
8. [El US Army War College es uno de los centros de formación estratégica más influyentes del ejercito estadounidense.]↩
9. [El SDS (Students for a Democratic Society o “Estudiantes para una sociedad democrática”) fue un movimiento de activismo estudiantil norteamericano en los años sesenta. Más información aquí.]↩
10. [El sindicato de Trabajadores Industriales del Mundo— (IWW o los Wobblies) surgió a principios del siglo XX en Estados Unidos. Promovían la teoría sindicalista revolucionaria (democracia laboral y autogestión obrera). A pesar de la represión que sufrieron, siguen en activo. Más información aquí.]↩
11. [The Center for Media and Democracy (Centro para los medios y la democracia) es un organismo estadounidense fundado por ciudadanos y ONG’s dedicado a investigar y reportar las relaciones públicas de la industria mediática. El centro ofrece a ciudadanos, periodistas e investigadores información para examinar el comportamiento de los medios ante la sociedad. Esta es su web.]↩
12. [Project Censored (o “Proyecto censurado”) es una organización sin ánimo de lucro que se dedica a analizar y publicar noticias censuradas u omitidas en los medios tradicionales. Más información aquí.]↩
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Producido por Guerrilla Translation bajo una Licencia de Producción de Pares
- Texto traducido por Stacco Troncoso, editado por Amador Fernández-Savater y Paka McDirham
- Entrevista original de Karol Olesiak publicada en Soldiers for the Cause
- Imagen de AC3 MONITOR