En contra de la ciudad inteligente

En octubre de 2022 lanzamos nuestra primera convocatoria de Lovework, una oportunidad única para que autores o colectivos nos propusieran un texto para que fuera traducido, publicado online y difundido en otra comunidad lingüística. Como cooperativa orientada al procomún, uno de nuestros pilares es la creación activa de un común interlingüístico mediante la selección de textos que traducimos pro bono y que publicamos bajo una licencia libre en nuestro blog, compartiendo así ideas inspiradoras y significativas allende las fronteras lingüísticas. Esto es precisamente lo que llamamos Lovework; literalmente, el trabajo que amamos.

Así fue como Adam Greenfield y su Against the Smart City llegó a nuestro buzón digital. Adam estaba sorprendido de la poca atención que había generado su libro (y también Radical Technologies) en el mundo hispanohablante, ya que sí existían traducciones a otros idiomas, pero no a español. Echamos un vistazo y sin quererlo, nos zambullimos de cabeza en las ciudades inteligentes, la tecnología y la miríada de oportunidades y peligros que entrañan. Basta con rascar la superficie de internet para darse cuenta de que las smart cities o ciudades inteligentes ya no son algo del futuro, sino que están aquí, por todas partes, e incluso han llegado a permear el entramado gubernamental de nuestro país e incluso a nivel europeo. «Sí, muy bien» – pensarás, «pero ¿qué es una ciudad inteligente?» 


 

¿Qué es la ciudad inteligente?

En la actualidad, la población que habita en los núcleos densos que conocemos como ciudades oscila entre los 3000 y los 4000 millones de habitantes, en función de cómo midamos y definamos la cuestión. Esta cifra no solo constituye el mayor porcentaje que jamás ha existido; sino que, dado el considerable aumento de la población planetaria, también implica que la Tierra alberga en términos absolutos cientos de millones de residentes urbanos más que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.

Como es lógico, estas ciudades son sustancialmente diferentes de sus antepasadas. Se extienden sobre un territorio más amplio, ocupan un volumen mayor y absorben periferias cada vez más distantes bajo su influencia. Por otra parte, también se sabe que las ciudades actuales mantienen una relación más estrecha con las periferias y entre sí que cualquiera de los núcleos urbanos que las precedieron, formando una única red planetaria de movimientos e intercambios. No obstante, estos cambios en la estructura y la morfología de las ciudades son fruto de la evolución y, en muchos casos es mejor interpretarlos como variaciones graduales. Sus repercusiones en la vida diaria resultan relativamente insignificantes si se comparan con los cambios que actualmente se están produciendo en la comprensión, la relación y el uso colectivos que hacemos como residentes del entorno que nos rodea.

Estos cambios vivenciales han surgido muy recientemente y aún no los comprendemos bien. Sin embargo, si nos atenemos a las pruebas de las que disponemos, estos cambios son profundamente transformadores, casi integrales. Están relacionados con el abanico de ideas y capacidades técnicas sofisticadas que se han introducido en el entorno urbano a lo largo de la última década, aproximadamente: los dispositivos personales conectados en red y la conectividad inalámbrica permanente que ya ni nos parece «tecnología». Los sensores, activadores y sistemas de visualización interconectados están cada vez más presentes en el trazado de nuestras ciudades. Las avanzadas técnicas analíticas capaces de descifrar las cantidades torrenciales de datos que producen todos estos elementos operan en segundo plano y son, a su vez, difíciles de ver y comprender. Nuestro contacto con este arsenal técnico tan desarrollado ha empezado a trastocar los principios fundamentales en los que se asentaba la vida urbana, en muchos casos desde hace siglos. Incluso desde esta perspectiva inicial, a mediados de la segunda década del siglo XXI ya podemos intuir que las consecuencias de este giro hacia la interconexión se propagarán por la economía urbana, reconfigurarán la política local, afectarán a la composición material del entorno cotidiano y repercutirán en la estructura y el contenido de nuestra propia psique.

Ante un conjunto de circunstancias tan complejas y trascendentales como éste, resulta útil (e incluso necesario) recurrir a la narrativa para estructurar y dar sentido a este encuentro. Después de todo, existen pocas formas más contundentes de consolidar nuevas ideas e integrarlas en nuestras vidas que entretejerlas en las historias que nos contamos a nosotros mismos. No obstante, por el momento solo se nos ofrece una historia concreta sobre la implantación de la red informática en el medio urbano, y aunque tenga un gran peso en la cultura, tan solo refleja un ápice de lo que es posible. Así es la visión de la «ciudad inteligente».

Ahora bien, de entre todas las potenciales realidades a las que puede dar lugar nuestra era y de entre todas las maneras en las que podríamos optar por utilizar las tecnologías de la información en red en nuestras ciudades, la narrativa de la ciudad inteligente, tal y como se nos articula y plantea actualmente, resulta una de las menos interesantes y más problemáticas. Este texto explora qué se está desarrollando exactamente en este contexto y quién lo está haciendo. La finalidad es destacar los preocupantes aspectos concretos del programa de las ciudades inteligentes, aclarar por qué atentan contra muchas maneras en las que sabemos que las ciudades crean significado y valor y, por último, indicar algunas posibilidades más fructíferas.

En aras de la claridad, es necesario separar dos líneas de pensamiento y desarrollo, complementarias pero diferentes y separadas, que se confunden con demasiada facilidad cada vez que surge el tema de la ciudad inteligente. En su origen, la expresión se refería exclusivamente a un pequeño número de proyectos de desarrollo aislados que se iniciaron en la década pasada, proyectos incipientes como el New Songdo coreano, Masdar City de los Emiratos Árabes Unidos y un curioso complejo en Portugal llamado PlanIT Valley. Estos son entornos supuestamente urbanos diseñados desde cero en donde los objetos, superficies, espacios e interacciones que conforman la realidad cotidiana tienen integrada la capacidad de procesar información. Se nos presentan como precursores y paradigmas del tipo de entorno urbano que podríamos habitar cuando las ciudades de la Tierra hayan sido colonizadas definitivamente por la red informática en un futuro indeterminado, pero no muy lejano.

El lugar más citado en los estudios publicados en torno a esta materia es, con diferencia, la New Songdo City. Cuenta con una superficie de 53,4 km2 y es más conocida como Songdo International Business District (SIBD). Desarrollada por la empresa neoyorquina Gale International junto con la compañía coreana POSCO Engineering and Construction, y planificada por Kohn Pedersen Fox, Songdo constituye una ciudad ex novo para 500 000 habitantes en un terreno recuperado del mar Amarillo. Su precio se ha cifrado en varias ocasiones en 20 000 millones de dólares[1], 35 000 millones[2] e incluso 40 000 millones[3].

La vida en New Songdo se promociona como un automóvil de lujo, en unas palabras («el estilo de vida y experiencia profesional definitivos»)[4] que son tan parecidas al conocido eslogan de BMW que me sorprende que sus responsables no hayan tenido noticias de los abogados de la empresa. A lo largo de su evolución, este «estilo de vida definitivo» ha incluido todo tipo de servicios, desde el control de acceso biométrico hasta la entrega de paquetes completamente automatizada. Los vídeos promocionales realizados por Cisco Systems, el actual contratista principal de tecnología, exhiben grandes pantallas de videoconferencia del tamaño de una pared, hablan de un «sistema de peajes inteligente» y muestran publicidad gráficacuyo contenido se adapta en tiempo real a los cambios en la composición demográfica de la audiencia. Es como si alguien tomara Minority Report como un catálogo de compras o una lista de cotejo en vez de una visión distópica, y hubiera llevado a la práctica dicha interpretación en unos cientos de hectáreas de marismas ganadas al mar.

Pisándole los talones a Songdo se erige Masdar City, en Abu Dabi, con un presupuesto de 22 000 millones de dólares[5] y dirigida y diseñada arquitectónicamente por el estudio londinense Foster + Partners. Masdar fue creada para promocionar a la empresa estatal de energía sostenible a la que su nombre alude. Ocupa una superficie de tan solo seis kilómetros cuadrados y su objetivo es alojar a unos 40 000 residentes permanentes, 50 000 si contamos a los trabajadores que se desplazarán diariamente desde otros puntos del emirato. El complejo se presenta ante el mundo como un conglomerado compacto de edificios de poca altura, con un parque lineal que lo divide por la mitad. Aunque los interiores exhiben toda la parafernalia que se espera[6] de un control de acceso y una gestión energética conectados en red, la ciudad de Masdar parece realzar más los espacios entre edificios. Sus promotores la describen como un oasis tecnológico en los eternos páramos del «Cuadrante Vacío», un lugar donde una infraestructura sumamente sensible regula la captación solar y la humedad para exprimir la comodidad del propio e implacable aire del desierto, y donde una red de transporte eléctrico, personal y rápido, parecido al de los aeropuertos, permite prescindir de los automóviles convencionales.

 

Las ciudades inteligentes se nos presentan como precursores y paradigmas del tipo de entorno urbano que podríamos habitar cuando las ciudades de la Tierra hayan sido colonizadas definitivamente por la red informática en un futuro indeterminado, pero no muy lejano.

 

El último de los proyectos de desarrollo inteligente que más se mencionan es PlanIT Valley, el municipio de 10 000 millones de euros[7] que Living PlanIT, una empresa suiza con sede en New Hampshire está desarrollando en las afueras de Paredes (Portugal) con la colaboración de Microsoft, la unidad Smart+Connected Cities de Cisco Systems y la consultora británica de ingeniería Buro Happold. Con una extensión de 6,7 km2 (un terreno que Living PlanIT describe de forma bastante sugerente[8] como «el tamaño aproximado del centro de Boston»), Plan IT Valley es ligeramente más grande que Masdar. Sin embargo, su población objetivo de 225 000 habitantes[9] (el equivalente a varias veces la de Masdar y aproximadamente la mitad de la población prevista de la muy superior Songdo) sugiere que su diseño anticipa una densidad considerablemente superior a la de cualquiera de las dos. (De hecho, si nos atenemos a sus palabras, lo que pretenden asentar en las reverdecientes colinas del Portugal rural es una comunidad mucho más densa que Bombay, Calcuta, Karachi o Lagos[10]).

La función de la red informática en la vida cotidiana de PlanIT Valley se plantea de forma agresiva, incluso en comparación con Songdo y Masdar. El flujo constante de la experiencia está coordinado nada menos que mediante un sistema operativo urbano unificado que, al menos en teoría, gestiona las interacciones de todos los espacios, vehículos, dispositivos e indumentaria conectados de la ciudad[11]. La utilización de la energía, la movilidad, el control de acceso, el trabajo, el ocio y el entretenimiento, todas ellas coordinadas por el mismo entramado digital, hace que PlanIT Valley se convierta en el non plus ultra en conceptos de entorno urbano gestionado digitalmente.

Estas son, por lo tanto, las ciudades inteligentes canónicas. Durante los últimos cinco años han dado mucho de que hablar, y cualquiera que se proponga investigar este tema se topará con sus nombres una y otra vez, charla tras charla y artículo tras artículo, en publicaciones que abarcan desde apasionados blogs de diseño hasta revistas de prestigio como The Economist. Aunque estas ciudades presentan diversos grados de desarrollo (PlanIT Valley, en concreto, es poco más que un conjunto de declaraciones y promesas en constante aplazamiento), se nos presentan de forma conjunta como el prototipo, el faro y, en muchos sentidos, la implementación de referencia para los sistemas que conformarán el espacio urbano del siglo XXI[12].

Sin embargo, la expresión «ciudad inteligente» apunta a algo más: el afán, mucho más vasto y trascendental, por modernizar las tecnologías de la información conectadas en red en lugares urbanos que ya existen. Aunque se trate de una iniciativa distinta a la de construir lugares como Masdar o Songdo, muchas de las mismas tecnologías, técnicas y prácticas están presentes en este organismo de producción cultural e intelectual.  Una vez más, se nos plantea la idea de que es posible adquirir una conciencia sintética útil de los procesos urbanos a partir de los dispositivos de detección que se encuentran repartidos por todo el complejo urbanístico. Una vez más, se nos propone instalar sensores en los contenedores de basura, cámaras en las farolas, lectores RFID en el metro y células de carga en la calzada, aunque en este caso los dispositivos suelen ser integraciones posteriores y no algo diseñado en el propio tejido urbano desde el principio (o, mejor aún, la recopilación de datos se lleva a cabo reutilizando equipos y herramientas ya instalados/as). Y una vez más, encontramos la recopilación y análisis de datos como eje de una visión degestión municipal.

En cualquier caso, en unos cuantos años esta propuesta de ciudad inteligente puede infiltrarse aún más en nuestras vidas sirviéndose de los teléfonos móviles y las tabletas conectados a la red que tantas personas llevamos encima hoy en día. Estos dispositivos funcionan tanto a modo de interfaz como fuentes de datos pormenorizados sobre nuestro paradero, nuestras actividades y nuestras intenciones. Pero esto no es más que una mera elucubración. El objetivo general sigue siendo el mismo: la recopilación centralizada de los datos producidos por todos los dispositivos conectados de una ciudad y la aplicación de unas técnicas analíticas avanzadas al ingente volumen de datos que se genera.

Según nos dicen, el objetivo final de todo este escrutinio informático es hacer visibles para las personas encargadas de la gestión de las ciudades todos los procesos que se desarrollan en ellas, convertir lo que antes era opaco o indeterminado no solo en algo cognoscible, sino también procesable y, en última instancia, permitir la «optimización» de todos los flujos de materia, energía e información que configuran un gran espacio urbano. El epítome de este planteamiento es el Centro de Operaciones Inteligentes construido por IBM para la ciudad de Río de Janeiro, una infraestructura de 14 millones de dólares que fusiona datos de estaciones meteorológicas, cámaras de tráfico, patrullas policiales, sensores de alcantarillado y publicaciones en redes sociales en una panorámica sinóptica al más puro estilo de una sala de guerra. La principal innovación de este centro es que reúne todo el aparato de vigilancia y respuesta computacional en una única sala, lo que permite ajustar el funcionamiento dinámico de la ciudad en tiempo real (y, en el mejor de los casos, con antelación). Por lo demás, resulta una representación perfecta del estado actual de la administración municipal en ese momento preciso, al menos tal y como la conciben los proveedores de tecnología a nivel empresarial.

La mayor parte de las intervenciones de este tipo consisten en una mejora progresiva de productos fabricados en serie, adquiridos a través de los canales de compra existentes, gestionados mediante contratos convencionales y agregados a las estructuras espaciales e institucionales que ya existen. Estos proyectos no son tan ambiciosos como la construcción desde cero de lugares que incorporan técnicas de detección y activación digitales. Sin embargo, a la larga acabarán llegando a muchas más personas. Durante los últimos años, cientos de municipios de todo el planeta han adoptado algún tipo de iniciativa o plan oficial de ciudad inteligente[13] y esa cantidad sigue creciendo a medida que pasa el tiempo. La población total a la que afectan estas iniciativas asciende ya a decenas de millones de personas. A lo largo de la próxima década se invertirán cientos de miles de millones de dólares (una parte nada desdeñable de los fondos presupuestarios disponibles) y, quizá aún más importante, se dedicará una gran cantidad de atención y energía a la labor de integrar las tecnologías de la información en red en la gestión de nuestras ciudades. Es más, la mayor parte de esta tarea se llevará a cabo en nombre de la ciudad inteligente.

Dado que una ínfima parte de la población mundial vivirán algún día en Songdo, Masdar o PlanIT Valley (si es que la construcción de estos lugares llega a completarse conforme a sus planes de diseño), resulta obvio que este último conjunto de actividades es el más relevante. También es cierto que podemos identificar con bastante facilidad, mediante un análisis de las operaciones previsto en emplazamientos urbanos ya existentes (como el Centro de Operaciones Inteligente de IBM), algunos de los atributos, características y cualidades más destacados de la ciudad inteligente en lo que respecta a nuestras propias vidas y elecciones. Ahora bien, en este documento he optado por centrar mi análisis principalmente en los lugares donde la ideología de la ciudad inteligente alcanza su máxima expresión. Independientemente de que estas supuestas ciudades lleguen a fructificar o no, la intención con la que se planearon permea y tiñe las aplicaciones de esas mismas tecnologías en otros ámbitos y contextos. De hecho, si queremos descubrir lo que actualmente se considera la vanguardia de la praxis en este campo; familiarizarnos con las premisas, creencias, compromisos y valoraciones inherentes a esta visión de las cosas; y tal vez saber qué les depara el futuro a las ciudades en las que vivimos, entonces la mejor forma de empezar es cuestionarse detenidamente la propuesta en su forma clásica, independiente y pura.

Al igual que las tecnologías implicadas, que son idénticas en todas las ciudades inteligentes (ya sea Masdar o Minneapolis[14]), la mayoría de las instituciones también se repiten en las dos versiones de la historia como fabricantes, vendedoras e integradoras de los sistemas correspondientes.

Las empresas más destacadas que participan en esta labor son IBM Corporation en  Armonk (Nueva York), Cisco Systems en San José, y Siemens AG, con sede en Múnich. Estas corporaciones internacionales actúan como «integradores de sistemas» o «integradores de soluciones», incorporando equipos y programas informáticos (hardware y software) a propuestas empresariales de alto nivel como la City Cockpit[15] de Siemens, el paquete de software Intelligent Operations Center[16] de IBM o los numerosos proyectos de «infraestructura digital inteligente» que Cisco comercializa bajo la categoría Smart+Connected Communities[17]. (A pesar de ser mucho más pequeño, incluyo a Living PlanIT[18] en este grupo porque su Urban Operating System[19] es prácticamente equiparable a las propuestas anteriores, y porque es uno de los proyectos principales que más defienden y autopromocionan el concepto de ciudad inteligente).

Detrás de todo esto existe un segundo nivel de actividad, ocupado por empresas como Samsung, Intel, Philips e Hitachi. Salvo contadas excepciones, al menos hasta la fecha, estos agentes no han propuesto ideas muy imaginativas a la hora de contextualizar su labor en este ámbito —y, desde luego, nada tan espectacular como los arrolladores vídeos conceptuales y elaboradas instalaciones interactivas creadas por sus socios más involucrados en el tema. Aun así, también han optado por encuadrar sus productos en el discurso establecido de la urbanidad inteligente, recurriendo a los mismos tropos para atraer la atención y empleando un lenguaje idéntico para explicar las supuestas ventajas de sus productos y servicios.

Si bien es posible identificar unos antecedentes intelectuales evidentes[20], todo apunta a que el concepto de ciudad inteligente en su forma contemporánea tiene su origen en estas empresas, y no en un grupo, institución o persona individual reconocida por sus aportaciones a la teoría o la práctica de la planificación urbana. Es decir, las empresas que enumeramos aquí son, en una proporción asombrosa, responsables de la creación tanto de los sistemas técnicos en los que se basa la ciudad inteligente como de la retórica que los integra en un mismo conjunto conceptual[21]. Aunque puede que esto no sea una circunstancia particularmente notable según los estándares vigentes en la industria, la profunda implicación de agentes comerciales a gran escala en la gestación de ideas sobre el diseño y el acondicionamiento de las ciudades sí que lo convierte en algo poco común en la historia del urbanismo. Es como si las obras fundacionales en el campo del urbanismo del siglo XX hubieran sido escritas de forma colectiva por United States Steel, General Motors, Otis Elevator Company y Bell Telephone[22] en lugar de Le Corbusier o Jane Jacobs.

Si este tipo de retórica goza de atención y de credibilidad entre las personas a cargo de la toma de decisiones, el público en general y demás personas expuestas a ella, y si influye de alguna manera en la asignación de los escasos recursos presupuestarios —y los datos actuales sugieren que es así— es sumamente importante determinar qué es exactamente lo que se está diciendo. ¿Cómo definen estas empresas la ciudad inteligente? ¿Y cuál es, exactamente, la naturaleza de la propuesta de valor que creen estar ofreciendo?

De todas las empresas involucradas en este sector, IBM ha sido la más explícita (y la más dispuesta a invertir su propio capital) a la hora de comunicar su planteamiento de ciudad inteligente al público general. A partir de mediados de 2009 apareció una serie de carteles publicitarios llamativos[23] en emplazamientos destacados de todo el mundo, en los que se afirmaba, entre otras cosas, que los sistemas de IBM «reducirían el tráfico en un 20 %», «prevendrían delitos antes de que se produjeran», y prometían «una seguridad pública más inteligente para un planeta más inteligente».

Si estos anuncios suscitaban tu interés, se te invitaba a descubrir más al respecto en la página web de IBM Smarter Cities. En esa página se podía leer una descripción general que definía la propuesta de IBM como un desarrollo localizado de tecnología que «sincroniza y analiza los avances entre sectores y organismos a medida que éstos se producen, otorgando a los administradores una información contrastada que les permite anticiparse a los problemas [y] gestionar el crecimiento y el desarrollo de una forma sostenible, que minimice las interferencias y contribuya a aumentar el bienestar de la gente»[24].

Siemens siempre ha estado asociada a la fabricación y el desarrollo de grandes sistemas de infraestructura a escala local (como centrales eléctricas, alumbrado público, vagones de metro, plantas depuradoras y otros sistemas con un número relativamente menor de clientes potenciales), por lo que no es de extrañar que su empeño por explicar la ciudad inteligente no haya estado tan dirigido al público en general. Sin embargo, en comparación con el pragmatismo básico de la definición de IBM, la propuesta de Siemens tiene un carácter desproporcionadamente grandioso y es que, de entre todas las grandes empresas integradoras de tecnología, es la que tiene las ambiciones más explícitas y de más largo alcance. Tal y como afirman, «dentro de varias décadas, las ciudades contarán con un sinfín de sistemas informáticos autónomos e inteligentes que conocerán a la perfección los hábitos y el consumo de energía de sus usuarios, ofreciendo un servicio inmejorable[25]». (La insinuación evidente es que la mayor parte de esos sistemas se diseñarán y desarrollarán en Múnich).

Al ser el fabricante de los routers por los que discurre la mayor parte[26] del tráfico mundial de Internet, Cisco Systems sacaría claramente provecho de la intensificación masiva del flujo global de bits en un planeta poblado por ciudades inteligentes. Desde su punto de vista, y a pesar de su falta de experiencia a dicha escala, existe una lógica muy convincente tras su defensa institucional del concepto: cuanto mayor sea el nivel de mediación de la vida urbana cotidiana a través de dispositivos y servicios en red, mayores serán sus beneficios. Por esa razón la descripción que hace Cisco de este ámbito es ecuménica e integral. Su unidad de negocio Smart+Connected Communities define una ciudad inteligente como aquella que presenta «una integración impecable de servicios públicos y privados, prestados a través de una infraestructura de red común a personas particulares, gobiernos y empresas»[27].

 

Existe una lógica muy convincente tras su defensa institucional del concepto: cuanto mayor sea el nivel de mediación de la vida urbana cotidiana a través de dispositivos y servicios en red, mayores serán sus beneficios.

 

De todas las que he encontrado, la definición de Cisco es la única que parece imaginar una infraestructura explícitamente abierta y compartida. Es más, describe a la mayoría de las partes implicadas, en lo que considero el orden correcto de precedencia. Es cierto que omite mencionar toda forma de expresión colectiva que no sea de carácter comercial o gubernamental y, lo que es más preocupante, también suprime la importantísima distinción entre la prestación de servicios pública y privada. Y aun así, al contrario que el resto de las empresas integradoras, el panorama que describe se asemeja más a las ciudades heterogéneas y multifacéticas que conozco.

El planteamiento de Cisco sugiere, cuanto menos, una visión más atractiva de la vida urbana que la que ofrece la iniciativa más modesta y joven de todas las que he analizado: Living PlanIT, con sede en New Hampshire y concebida deliberadamente para forjar «el eslabón perdido entre los sectores inmobiliario y tecnológico[28]». (Si bien esta afirmación es algo menos apasionante que la retórica utópica propuesta por el resto de diseñadores de ciudades inteligentes, desde luego tiene el mérito de ser honesta). Living PlanIT presenta la ciudad inteligente como un lugar en el que «se mantiene de forma permanente una imagen completa del estado, el uso y el funcionamiento de los edificios», lo que permite «una optimización constante de la energía, los recursos, el medio ambiente y los sistemas de apoyo y comodidad para sus ocupantes»[29].

Este discurso es interesante por su enfoque ceñido a los sistemas de edificios y equipamientos. La principal innovación en este caso es la integración de todos los edificios en un entramado que gestiona los flujos de toda la ciudad. Sin embargo, aún está por ver cómo Living PlanIT pretende conseguir esto a gran escala —por no mencionar la cuestión de cómo salvar la distancia entre esta visión, relativamente conservadora, y las pretensiones plasmadas en el modelo de PlanIT Valley.

Aproximadamente doce años después de la inauguración de New Songdo, su particular visión sigue siendo ejemplo ineludible en cualquier conversación sobre urbanismo tecnológico. Pese a un repertorio sobradamente documentado de tropiezos, vacilaciones y fallos de ejecución, la retórica de la ciudad inteligente conserva en cierto modo un extraordinario nivel de credibilidad. Hoy en día el concepto sigue suscitando un interés envidiable en la prensa generalista y ocupa un lugar destacado en los programas de gobiernos locales y grupos urbanísticos de todo el mundo. Además, según parece, constituye un argumento empresarial lo bastante convincente como para seducir a un participante de la talla de Microsoft (el mastodonte de Redmond proclamó en julio de 2013[30] el lanzamiento de CityNext, su proyecto de emprendimiento en este ámbito).

A pesar de todo este torbellino de acontecimientos, el corpus de ideas subyacente sigue acusando una preocupante falta de concreción. Cualquiera que se esfuerce por entender lo que la ciudad inteligente presagia (ya sea por un interés abstracto o de manera particular, en la medida en que afecta a su propia comunidad) no tiene mucho en lo que ahondar, ya que tan solo puede acudir a los comunicados de prensa autocomplacientes, los artículos aduladores en blogs y los reportajes superficiales que siempre parecen acompañar al fenómeno.

Ante esto, en otoño de 2011 comencé a leer detenidamente todo el material, en cualquier formato posible, que los principales defensores de las ciudades inteligentes utilizaban para convencer a sus clientes potenciales, al público en general y a otras partes interesadas. Este material incluía publicidad, páginas web, vídeos promocionales y ejemplares de muestra, documentos en PDF y folletos impresos dirigidos sobre todo a socios institucionales, documentación de empresas promotoras y el tipo de material de marketing barato que te llevas como por atracción electrostática cuando acudes a una feria o a un evento similar.

He examinado entrevistas y otros comunicados públicos de cargos ejecutivos de las empresas implicadas, he analizado informes emitidos por consultorías que analizaban los modelos de negocios a favor de las ciudades inteligentes y he escudriñado las propuestas de normas técnicas anunciadas por consorcios del sector. Me abrí paso a través de presentaciones interactivas, escuché en silencio varias llamadas en conferencia, envié correos electrónicos a representantes de ventas y solicité fichas técnicas. Mi objetivo durante todo este proceso era alcanzar una comprensión de la ciudad inteligente más detallada que la que existe en la actualidad, y para ello tenía que diseccionar las diversas propuestas, entender mejor los principios y filosofías subyacentes y dilucidar el modelo de ciudad y de funcionamiento que entrañan.

Al final de esta investigación pude captar una idea aproximada de la ciudad del siglo XXI que las empresas embarcadas en esta curiosa aventura imaginan: cómo creen que funciona, qué aspectos consideran importantes y, más sutilmente, el hecho de que la conciben como una unidad, como una singularidad en lugar de como una pluralidad. Me gustaría compartir aquí mis impresiones sobre esta peculiar iniciativa, con la esperanza de que os resulten esclarecedoras.

Quizás objetéis que estoy siendo tediosamente literal o deliberadamente obtuso en todo lo que viene a continuación. Tal vez os parezca que no tiene sentido analizar a fondo algo que, a fin de cuentas, no es más que material promocional, o que no es justo suponer que las empresas quieren decir exactamente lo que dicen cuando lanzan este tipo de contenido al mundo. Es posible que creáis que he interpretado estas declaraciones de forma tendenciosa e incluso hostil, pero considero que tenemos que responsabilizarnos del lenguaje que elegimos para describir y comentar el trabajo que hacemos, y que es el lenguaje el que, con demasiada frecuencia, enmascara las premisas que conferimos a una tarea determinada. Este imperativo se aplica tanto a quienes desarrollan tecnología urbana como a cualquier otra persona. Si el término «lugar» encaja realmente con la bella definición del geógrafo Yi-Fu Tuan (que lo describe como «un campo de cuidados»)[31], entonces no cabe duda de que el lenguaje que utilizamos para construir nuestros lugares es importante. Así pues, no veo ninguna razón para no guiarme por las palabras de los arquitectos y quienes defienden la ciudad inteligente, y esto es lo que nos ofrecen.

Nos guste o no, en la actualidad parece probable que nuestras ciudades se vean cada vez más involucradas en las técnicas de conciencia y respuesta de red. Nuestros entornos urbanos se transformarán cada vez más en lo que los geógrafos Rob Kitchin y Martin Dodge denominan «código/espacio»[32], es decir, unos lugares cuyas oportunidades se activan mediante el funcionamiento misterioso de sistemas informáticos, hasta el punto de que son incapaces de funcionar según lo previsto en caso de que dichos sistemas fallen. Y si esta transformación va a estar, en cierto sentido, condicionada por la retórica de la ciudad inteligente, será mejor que nos familiaricemos más a fondo con todo lo que esto implica.

Así que ¿qué tipo de lugar es la ciudad inteligente?


NOTAS

[1]     Lee, Junho y Jeehyun, Oh. «New Songdo City and the Value of Flexibility: A Case Study of Implementation and Analysis of a Mega-Scale Project» [La New Songdo City y el valor de la flexibilidad: Un estudio práctico de la implantación y el análisis de un megaproyecto]. Tesis de máster del Instituto Tecnológico de Massachusetts, 2008.

[2]     Cisco Systems. «Cities of the Future: Songdo, South Korea» [Ciudades del futuro: Songdo, Corea del Sur], cisco.com, 2012.

[3]     Unión Internacional de Telecomunicaciones. «Living In a World of 7 Billion People: Digital Cities for a Better Future» [Vivir en un mundo de 7.000 millones de personas: Ciudades digitales para un futuro mejor]. ITU News 8, 2011.

[4]     Cisco Systems. «Cities of the Future: Songdo, South Korea«» [Ciudades del futuro: Songdo, Corea del Sur], cisco.com, 2012.

[5]     Allianz. «Masdar City: a desert utopia» [Masdar City: una utopía en el desierto], 30 de marzo de 2009.

[6]     Vidal, John. «Masdar City – a glimpse of the future in the desert» [Masdar City: un vistazo al futuro en el desierto]. The Guardian, 26 de abril de 2011.

[7]     Alcatel-Lucent Corporation. «Getting Smart About Smart Cities: Understanding the Market Opportunity in the Cities of Tomorrow» [Atención a las ciudades inteligentes: Comprender las oportunidades de mercado en las ciudades del mañana] Febrero de 2012.

[8]     Living PlanIT. «Planit [sic] Valley, a true innovation in urban development» [Planit [sic] Valley, una innovación real en desarrollo urbano], sin fecha.

[9]     Living PlanIT. «Design Wins», [El diseño gana], sin fecha.

[10]   City Mayors Foundation. «Largest cities in the world ranked by population density» [Las ciudades más grandes del mundo clasificadas por densidad de población] (2007).

[11]   La lógica de que todos los elementos de la ciudad estén conectados a un único sistema operativo central es cuestionable, pues incrementaría su vulnerabilidad ante ataques malintencionados (por no hablar del enorme impacto que tendrían los ataques que tuvieran éxito),. Los riesgos a los que podría enfrentarse una ciudad de esta índole aparecen escenificados en Watch Dogs, un videojuego publicado en 2013 por Ubisoft que otorga a su protagonista, un hacker, «el control en tiempo real de la infraestructura [de Chicago]». «Atrapa a tu enemigo en una colisión en cadena de 30 coches manipulando los semáforos, para un tren y súbete a él para huir de las autoridades o levanta un puente para escapar de tus captores en el último momento. Cualquier cosa conectada [al sistema operativo de la ciudad] puede convertirse en tu arma».

[12]   Por ejemplo, consulta «Building cities of the future now» [Construyendo las ciudades del futuro ahora mismo] de la British Broadcasting Corporation; «PlanIT Valley: A Blueprint for the Smart City» [PlanIT Valley: Un modelo para la ciudad inteligente] de Matter Network; «Cisco helps build prototype for instant cities» [Cisco ayuda a construir un prototipo de ciudades instantáneas] de San Jose Mercury News o «Abu Dhabi, United Arab Emirates: Future Green City Now» [Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos: La futura ciudad verde del presente] de Urban Times.

[13]   Alcatel-Lucent Corporation, op. cit.

[14]     Alexander, Steve. «IBM wants Minneapolis to become a ‘smarter city’» [IBM quiere que Minneapolis se convierta en una «ciudad más inteligente»], Minneapolis Star Tribune, 6 de junio de 2011.

[15]     Siemens Corporation. «Collective Intelligence: City Cockpit, Real-Time Government», [Inteligencia Colectiva: City Cockpit, gobernanza en tiempo real], primavera de 2011.

[16]     IBM Corporation. «Intelligent Operations Center» [Centro de operaciones inteligente], 6 de marzo de 2012.

[17]     Cisco Systems. «Cisco and Lake Nona Unite to Create First U.S. Iconic Smart+Connected Community in Orlando, Florida» [Cisco y Lake Nona se unen para crear la primera comunidad icónica Smart+Connected en Orlando, Florida], 24 de octubre de 2012. Véase también VentureBeat. «Cisco helps build first U.S. ‘Smart
+Connected’ city of the future in Lake Nona, Florida» [Cisco ayuda a construir la primera ciudad «Smart+Connected» del futuro en Lake Nona, Florida], 23 de octubre de 2012.

[18]     En mi opinión, el hecho de que no sólo hayan jugado con la escritura de su nombre sino que lo hayan encontrado en un juego de palabras dice todo lo que hay que saber sobre este asunto.

[19]     Living PlanIT. «Urban Operating System: Overview» [Urban Operating System, una visión general]

[20]     En la prehistoria de la ciudad inteligente pueden identificarse al menos dos tendencias o corrientes intelectuales distintas: por un lado, la idea de un entorno instrumentado capaz de responder en tiempo real a las necesidades de su población, y por otro, el uso de datos empíricos para determinar la asignación planificada de los recursos públicos. Asocio la primera a los proyectos de Cedric Price y Archigram en el Reino Unido a principios de los años sesenta, mientras que la segunda encontró su máxima expresión histórica en el trabajo de Stafford Beer en el Chile de Allende y el NYC-RAND Institute de Nueva York de los años setenta. (Véase la sección 4). Ya en la década de los cincuenta se produjeron unos avances paralelos fascinantes en la Unión Soviética, pero apenas se supo de ellos en Occidente hasta hace muy poco. Wilken, Rowan. «Calculated Uncertainty: Computers, Chance Encounters, and ‘Community’ in the Work of Cedric Price» [Incertidumbre calculada: Ordenadores, encuentros fortuitos y «comunidad» en la obra de Cedric Price], Transformations número 14, marzo de 2007; Archigram Archival Project. EXP, Centro de Investigación para la Práctica Experimental de la Universidad de Westminster, en curso; y Spufford, Francis. Red Plenty, Faber and Faber, Londres, 2011.

[21]     Cuando han surgido planes comparables fuera de la industria, estos han provenido casi exclusivamente de facultades académicas de ingeniería y tecnología, y no de la planificación urbana, políticas públicas u otras disciplinas dedicadas a los estudios metropolitanos. Por ejemplo, véase Mostashari, Ali, Friedrich Arnold, Mo Mansouri y Matthias Finger. «Cognitive cities and intelligent urban governance» [Ciudades cognitivas y gobernanza urbana inteligente], Network Industries, Volumen trimestral 13, número 3, 2011.

[22]     Como es lógico, los intereses comerciales siempre han promovido unos modelos de vida urbana favorables a sus fines, como el famoso Futurama de General Motors en la Feria Mundial de 1939. La participación de General Motors, Standard Oil de California, Mack Trucks, Firestone Tire Company y Phillips Petroleum en la creación de un urbanismo estadounidense supeditado al automóvil cuenta con abundante documentación. Véase el excelente resumen en Wikipedia.

[23]   Véase Office. «IBM: Designing a Smarter Planet» [IBM: Diseñando un planeta más inteligente].

[24]   IBM Corporation, «Welcome to the Smarter City» [Os damos la bienvenida a la ciudad más inteligente]

[25]   Siemens Corporation. Página web: «Sustainable Buildings – Networked Technologies: Smart Homes and Cities», [Edificios sostenibles – Tecnologías en red: Hogares y ciudades inteligentes, otoño de 2008.

[26]   International Data Corporation. «Worldwide Quarterly Enterprise Networks Tracker: Top Five Worldwide Layer 2/3 Ethernet Switch Vendors» [Análisis trimestral de redes empresariales a nivel mundial: Los cinco principales proveedores mundiales de conmutadores Ethernet de capa 2/3], 23 de agosto de 2012.

[27]   Cisco Systems. Página web: «Smart+Connected Communities» [Comunidades inteligentes y conectadas]

[28]   Living PlanIT. Comunicado de prensa: «Living PlanIT’s CEO Steve Lewis selected by the World Economic Forum as a Technology Pioneer 2012» [Steve Lewis, CEO de Living PlanIT, elegido por el Foro Económico Mundial como Pionero Tecnológico 2012]

[29]   Living PlanIT. «Living PlanIT at Cisco C-Scape» [Living PlanIT en el Cisco C-Scape], primera versión, julio de 2011.

[30]   Mlot, Stephanie. «Microsoft CityNext Aims To Build ‘Smart Cities’» [La CityNext de Microsoft pretende construir «ciudades inteligentes»], PC Magazine, 11 de julio de 2013.

[31]   Tuan, Yi-Fu. «Space and Place: The Perspective of Experience», [Espacio y lugar: La perspectiva de la experiencia], University of Minnesota Press, Minneapolis, 1977.

[32]   Kitchin, Rob y Martin Dodge. «Code/Space» [Código/Espacio], The MIT Press, Cambridge MA, 2011.


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